Los colonos extremistas acosan y atacan a los palestinos al grito de "muerte al árabe"
Sami Abu Yafar tenía sólo nueve años. Murió ayer en la franja de Gaza por un tiro en la cabeza disparado por el Ejército israelí. Su muerte ha inflamado aún más el ambiente de los territorios autónomos, especialmente caldeados en las últimas horas como consecuencia de los ataques indiscriminados de las milicias clandestinas de ultraortodoxos judíos y de colonos contra la población civil palestina indefensa. Los grupos de incontrolados agitan sobre todo un lema: "Muerte al árabe". Las autoridades israelíes han tratado de poner coto a estos desmanes y ya han detenido a tres centenares de extremistas.
Secuestrados en sus casas
Una bala perdida, disparada por un soldado israelí desde un parapeto de vigilancia en el término municipal de Rafah, al sur de Gaza, cerca de un asentamiento judío, alcanzó al pequeño palestino Sami Abu Yafar, que se encontraba alejado de la zona del conflicto. Las balas de los militares trataban de dispersar a un grupo de jóvenes que les lanzaban cócteles mólotov. La muerte del pequeño fue fulminante, según los médicos del centro hospitalario de Shifa, donde fue urgentemente trasladado.Con esta muerte se eleva ya a 19 el número de niños palestinos muertos por los disparos de los soldados israelíes desde que se iniciaron los disturbios el pasado 29 de septiembre, según asegura el Movimiento Internacional de Defensa de los Niños, un organismo mundial vinculado a la Unicef. La muerte del niño, 11 días después de la de Mohamed Aldurra, de 12 años, ante un cámara de la televisión francesa, ha provocado la indignación de los palestinos, que acusan al Ejército israelí de disparar contra la población civil y de alentar además a los movimientos clandestinos de ultraortodoxos judíos y colonos para que ataquen y acosen a la comunidad musulmana desarmada.
Tel al Rumeida es un ejemplo. Situada a unos 40 kilómetros al sur de Jerusalén, pegando a Hebrón, es desde hace una semana escenario continuo de la violencia de los colonos, que mantienen atemorizada a una población de cerca de 3.000 árabes cuyo único delito es el de tener incrustrado en el corazón de su población un asentamiento judío, que vive permanentemente custodiado por un importante destacamento militar israelí."Estamos secuestrados. Las calles están bloqueadas. Vivimos en estado de sitio. Pero esto no es lo peor; por la noche nos anuncian por los altavoces una sesión de disparos. Como si fuera una canción o un himno, descargan sus armas al aire. Para demostrarnos así que nos tienen en un puño", aseguraba ayer a mediodía Takidinne, de 32 años, padre de cuatro hijos y profesor de profesión (y tendero de comestibles, para redondear el sueldo).
Ayer, la orgía nocturna de disparos se acompañó de un ataque en toda regla por parte de las milicias de colonos, muchos venidos de otros asentamientos, que se dedicaron a tirotear las ventanas y destrozar los pocos comercios que áun tenían las puertas abiertas. Los desórdenes duraron hasta bien entrada la madrugada.
"Fue peor que la noche de los cristales rotos", asegura el doctor Taysir Zahdeh, mientras contempla los vidrios de sus ventanas hechos añicos y trata de trazar con sus palabras un paralelismo entre la actitud vandálica de los colonos y la actuación de los jóvenes nazis en Austria contra los judíos en vísperas del Holocausto.
La violencia de las columnas paramilitares de los colonos y de los judios ultraortodoxos se afianza en el país. Los incidentes salpican todas las ciudades, incluidas Tel Aviv, Jerusalén, San Juan de Acre, Haifa, Tiberiades o Nazaret, pero sobre todo actúan en el interior de los territorios autónomos de Cisjordania. Patrullan y reprimen de acuerdo con las directrices impartidas por el Consejo de Colonos, que ha ordenado: "Defender nuestras tierras con nuestras manos".
Los llamamientos a la calma difundidos por el gran rabino askenazi Meir Lau, pidiendo públicamente el día de Yom Kipur, desde la Gran Sinagoga de Jerusalén, que "no se toque a los árabes", no ha servido para nada. Han caído también en saco roto los mensajes que en este sentido han difundido el alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, y el primer ministro, Ehud Barak. Tampoco parecen servir de nada las medidas coercitivas adoptadas por el Ministerio del Interior, que ha mandado detener a tres centenares de ultraortodoxos y colonos radicales. La orgía de sangre no se detiene ni un solo instante.
"Estos judíos patriotas, no sólo están dañando a la comunidad árabe, sobre todo están causando un daño importante a los judíos, a Israel", exclaman los más indignados. Mientras que los observadores más serenos afirman que "se ha roto el equilibrio, han desaparecido los puntos de encuentro".
[Por otra parte, nueve policías resultaron ayer heridos en una manifestación de apoyo a Israel en París. Un grupo de jóvenes manifestantes radicales, armados con bates de béisbol, lanzó gases lacrimógenos a los agentes].
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.