Yeltsin no se arrepiente de nada
El ex presidente de Rusia asume la responsabilidad de la guerra con Chechenia en su tercer libro de memorias
Borís Yeltsin no se arrepiente de nada. Lo dijo con ocasión de la presentación de El maratón presidencial, su tercer libro de memorias. "Estratégicamente, todo fue correcto", piensa el primer presidente de Rusia. Le pesa, eso sí, el haber ordenado comenzar la guerra contra la rebelde república de Chechenia. "No puedo quitarme de encima la responsabilidad por el dolor de tantas madres y padres", declaró, pero a la pregunta de si había alternativa, la respuesta es categórica: "No. Pero yo soy quien tomó la decisión y, por lo tanto, el responsable de lo ocurrido".Sobre todo, Yeltsin no se arrepiente de haber dimitido y entregado las riendas del país a Vladímir Putin, aunque reconoce que le fue "difícil aceptar" su nueva situación de jubilado. "Di ese paso exclusivamente en interés de Rusia. El presidente tenía que ser cambiado. Yo tenía que abandonar el cargo en el momento oportuno", dice Yeltsin, para agregar que la gestión de Putin le ha convencido de que "la decisión fue correcta".
Yeltsin llegó a la conclusión de que Rusia necesitaba una persona joven como presidente mientras jugaba en el ordenador con su nieto Boria. En cuanto a Putin -quien anteayer cumplió 48 años-, fue en marzo del año pasado cuando se convenció de que era el mejor candidato para sucederle. El nombramiento de Serguéi Stepashin como primer ministro en mayo de 1999 no fue más que una maniobra para no descubrir sus cartas ante Yevgueni Primakov, el jefe de Gobierno saliente, que tenía antipatía por Putin. Yeltsin temía que éste organizaría una campaña de desprestigio contra su elegido.
No deja de ser sintomático que Yeltsin se decidiera por Putin cuando se enteró de que éste había infringido la ley por lealtad a su maestro, Anatoli Sobchak. La fiscalía había abierto una causa contra el ex alcalde de San Petersburgo, pero Putin consideraba que era por razones políticas. Entonces, "Putin utilizó sus contactos en San Petersburgo para llegar a un acuerdo con una aerolínea privada y sacar a Sobchak a Finlandia. Desde allí, Sobchak se fue a París", donde permaneció hasta que el año pasado, gracias al ascenso de Putin, pudo regresar. Putin realizó esta operación sin informar a Yeltsin ni obtener su respaldo. "Cuando me enteré de lo que Putin había hecho, sentí un profundo respeto y agradecimiento por él", escribe Yeltsin. Por cierto, el primer decreto firmado por Putin como presidente fue el que otorgaba inmunidad a Yeltsin y su familia.
Una de las revelaciones más interesantes de El maratón presidencial es el reconocimiento de que en 1996 estuvo a punto de interrumpir el proceso democrático, disolver el Parlamento, prohibir el Partido Comunista y aplazar unas elecciones que daba por perdidas: las encuestas le daban sólo un 3% de apoyo popular. Yeltsin rememora que llegó a la conclusión de que no era capaz de solucionar "la crisis en los marcos de la Constitución vigente" y que ordenó redactar decretos que, de haber sido promulgados, lo hubieran convertido en un dictador.
Con ello habría resuelto "uno de los principales problemas que había tenido desde el comienzo de mi presidencia", señala Yeltsin, "el Partido Comunista había muerto para siempre en Rusia". Finalmente, Yeltsin no convirtió su gestión en una dictadura gracias a la intervención de su hija y asesora de imagen, Tatiana Diachenko, junto con Anatoli Chubáis, ex primer vicejefe de Gobierno. El resultado fue que no llevó a la práctica la decisión que casi ya había tomado y que sintió "vergüenza ante los que creían" en él.
En otro pasaje de su libro, Yeltsin reconoce su debilidad por el alcohol y recuerda el episodio ocurrido en Alemania cuando, medio borracho, se puso a dirigir una banda militar. El primer presidente dice que bebía cuando estaba presionado, ya que, "bastante temprano", llegó a la conclusión de que el alcohol era el único medio para quitar rápidamente el estrés.
Yeltsin ha dado una serie de entrevistas con motivo de la publicación de su nuevo libro, y en una de ellas se jacta de que los servicios secretos rusos le informaron de que estallaría el escándalo de Monica Lewinsky. "Recibí los datos con mucha anticipación y pude haberle advertido, pero decidí no hacerlo", dice Yeltsin. "Primero, porque me parecía moralmente repugnante; segundo, no acababa de creérmelo, y tercero, pensé que Bill Clinton encontraría la forma de salir del paso", explica el ex presidente ruso.
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