Un fracaso sin paliativos
La decisión de Víctor Puerto de encerrarse con seis toros en Madrid constituyó un fracaso. Y lo peor es que no se le encuentran paliativos. No es que estuviera mal -que lo estuvo- sino que no se le apreció ningún recurso fuera del habitual capoteo y muleteo de ir por casa, ningún atisbo de arte, ningún vislumbre de torería. Acababa de lidiar Víctor Puerto al primer toro y la corrida había perdido todo su interés.Y eso que el primer toro fue el único emocionante de la corrida. No por bueno sino por entero. Toro manso duro de pezuña, que seguramente se habría rendido a una muleta poderosa; allí inexistente, por cierto. Y cuando le dio la gana se puso a mirar a su querencia y escapó a ella, acabando de deslucir la menguada faena.
Varias / Puerto
Toros: 1º Carmen Segovia, terciado manso. 2º Guadalest, sin trapío, inválido, devuelto. De Martelilla: primer sobrero, flojo, noble y 5º, tercer sobrero, con presencia, sospechoso de pitones, inválido, protestado, en sustitución del de Valdefresno, con trapío, inválido total, devuelto. 3º Gavira, sin trapío, inválido, devuelto. De Los Eulogios: segundo sobrero, inválido total, protestado ruidosamente; 6º, bien presentado, sospechoso de pitones, flojo, manejable. 4º, de Guardiola Domínguez, terciado, inválido, noble.Víctor Puerto, único espada: bajonazo perdiendo la muleta (algunas palmas); pinchazo perdiendo la muleta, otro bajo, bajonazo y rueda de peones (silencio); estocada corta baja y dos descabellos (silencio); estocada trasera caída (silencio); estocada desprendida (silencio); estocada (silencio). Despedido con división de opiniones. Plaza de Las Ventas, 7 de septiembre. 5ª corrida de feria. Cerca del lleno.
¿Las espadas quedaban en alto al arrastrarse a ese primer toro? No está uno muy seguro. En los tendidos ya cundía el desánimo y se alboró al aparecer el segundo, que no tenía trapío y era impresentable. A las protestas de los aficionados, el público en general y los militares sin graduación, Víctor Puerto correspondió acentuando su pinturería. Arreciaban las protestas y el torero sobreactuaba componiendo esas posturas cañí con que los coletudos pretenden remedar el arte.
Menuda la hizo. Los antes aludidos tomaron a intolerable menosprecio aquellos alardes con el toro de la risa (acaso de la burla) y ocurrió que se generó un lamentable esperpento cuando el toro empézó a desplomarse cada vez que el artista intentaba darle un lance. Fue la primera de las tres devoluciones al corral que hubo, y si no alcanzaron el doble se debió a que el presidente o no se enteraba o no le daba la gana.
A partir de aquí Víctor Puerto tenía difícil la papeleta. El pundonor, la torería, la razón por la cual se había encerrado con seis toros en Madrid, había de demostrarlo. Y en la palestra, con el toro, tenía que de ser. Ahora bien, no hubo toro (se seguían cayendo); y cuantas acciones desplegó Víctor Puerto en los distintos tercios -aparte ciertos pases cambiados- no pasaban de ser las propias de los mediocres pegapases, por añadidura afeadas al manejar los aceros pues los hincaba artero por los costillares.
Al toro de Guardiola, que hizo cuarto, sorprendentemente le inició la faena, de rodillas, por derechazos. Ocho y el pase de pecho dio en el tercio con irreprochable templanza. La belleza de la tanda servía de revulsivo. Parecía el momento. Ahora iba a ser. Puerto se llevó el toro a los medios con pases de tirón y al instrumentar un derechazo de poco sufre cornada. Repitió y se le coló el guardiola. A la tercera un pitonazo le agujereó la taleguilla. El toro donde iba pastueño era en el tercio pero el torero se empeñó en hacerle faena en los medios, pese a sus infaustos resultados, porque esa es la moda. A un servidor que le demuestren por qué todos los toros de la vida han de torearse en los medios.
El quinto, tercer sobrero, de Martelilla, estaba inválido hasta el escándalo. El sexto, de Los Eulogios, lo protestaron los aficionados, el público en general y los militares sin graduación por sus escobilladas defensas mas nadie les hizo caso. El toro, flojo como todos, no era un borrego y sacó genio por el pitón derecho.
Mediada la faena, Víctor Puerto, que había estado abusando de los derechazos toda la tarde, citó al natural. Se trataba de la última oportunidad, de desesperezar bravamente la torería, de interpretar como dios manda el toreo verdadero. Y, sin embargo, se puso a citar con la muleta retrasada, meter pico...
A veces uno es lo que quiere ser, y no cabe darle más vueltas.
Babelia
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