Sin previo aviso
Ante todo, agradecer que exista, en un marco democrático y de "libertad", un medio de expresión donde al menos se pueda, si no hacer oír tu voz, desahogarse. Iré al grano.El pasado mes de septiembre, mi mujer -que, por cierto, está embarazada y en su estado no debe alterarse demasiado y por eso escribo yo en su lugar-, enfermera en la UCI del hospital infantil Virgen del Rocío de Sevilla, comprobó cómo su nómina había sufrido, sin previo aviso, una reducción de más del 40%. Al consultar en administración de dicho centro, le explicaron que Hacienda había aumentado la retención del IRPF para compensar la no realizada a lo largo del año y así equiparar ingresos y retenciones, de modo que en la próxima declaración no tuviera que pagar la diferencia, y que esto ocurriría también en los próximos meses hasta final de año. Como comprobarán, o la explicación no fue muy buena o nosotros, ciudadanos de a pie instruidos pero no expertos en economía, no la entendimos en toda su profundidad. El caso es que en el mes de vuelta de vacaciones, comienzo del curso escolar y frigoríficos vacíos, nos encontramos con el sueldo reducido casi a la mitad, A lo que añadimos que como yo ejerzo una profesión liberal (actor), apenas he trabajado en los meses anteriores y, ya se sabe, si no se trabaja... A la hora de reclamar explicaciones te encuentras con un enjambre de secciones que te regalan todos los éxitos en sintonías musicales de espera, y una encogida de hombros cuando preguntas que por qué al menos no te han avisado con antelación antes de meter la mano impunemente en tu vida, en tu intimidad, permitiendo
que mi mujer se quede con la sensación de que le ha regalado al Estado la mitad del trabajo realizado en noches de tensión tratando de salvar la vida de un/a niño/a y que ahora ella se va a ver apurada para hacer frente a los gastos que se le presentan. No puedo evitar sentirme inmerso en la novela de G. Orwell, 1984, en la que el ahora tan famoso Gran Hermano (léase Estado) dispone de tu vida a su antojo ante la total indefensión y estupor del anónimo número que yo aún creía correspondía a un ciudadano (léase, a ser posible: ser humano).- Alejandro Albaiceta. Dos Hermanas, Sevilla.
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