Andalucía, país de ciudades
De cuando en vez, y sin que se parezca existir ninguna justificación inmediata, hacen su aparición en Andalucía los agravios comparativos, los conflictos y los celos entre ciudades.Recientemente, por ejemplo, se han manifestado públicamente diferentes posiciones de ciudades andaluzas en torno a la posible candidatura olímpica de Madrid y Sevilla. En relación con las Cajas de Ahorro, también, el argumento localista está teniendo peso. Con motivo de la puesta en cuestión de algún discutible proyecto turístico en Huelva, se ha dicho que por qué ese tipo de proyectos son posibles en Málaga y no en Huelva. Habría más ejemplos...
¿Somos los únicos que nos perdemos en este tipo de conflictos entre provincias y entre ciudades? Creo que existen diferencias de frecuencia y de intensidad con los que se producen en otras zonas de España y de Europa, aunque puede tener explicación.
Andalucía es un país de ciudades, desde siempre. Aquí todas las ciudades tienen una historia más que milenaria. Aquí todas las ciudades han tenido su sitio en el mundo, desde siempre. Aquí, además, todas las ciudades han tenido su sitio en el mundo sin haber tenido que estar subordinadas jerárquicamente, en todo y por todo, a ninguna otra ciudad andaluza. En distintos periodos históricos han ocupado un lugar preeminente, en lo político y en lo social, Córdoba, Granada y Sevilla, pero nunca, por ejemplo, con la misma fuerza y extensión que Barcelona en Cataluña, Milán en la Lombardía o Venecia en su territorio de influencia. Tiene cierta lógica, por tanto, que se pueda responder con una especial vehemencia a cualquier cosa que pueda ser interpretada como un afán gratuito de supremacía. Habría que ser muy cuidadoso, en consecuencia, en las propuestas o iniciativas para las distintas ciudades de Andalucía.
Pero lo anterior no quiere decir que sea razonable cualquier planteamiento de agravio comparativo. Porque ni todas las ciudades andaluzas han tenido el mismo papel a lo largo de la historia, ni todas pueden tener el mismo papel en los momentos actuales, ni todas, en fin, pueden competir por tener las mismas y exactas dotaciones en los tiempos futuros. Si la Alhambra está en Granada, Granada tiene más títulos que las demás para convertirse en capital de lo "andalusí"; si Picasso nació en Málaga, será en Málaga donde tenga que instalarse el "otro" Museo Picasso; si en Huelva existen unas peculiaridades medioambientales determinadas, ello debe inducir a unos desarrollos turísticos no coincidentes con los de otras zonas menos valiosas; y así, sucesivamente, en tantas y tantas cosas. El papel de cada ciudad viene dado por la historia, por la geografía y por la capacidad de sus gentes. No se puede inventar desde el poder, ni se puede torcer desde el populismo.
Las ciudades andaluzas van a seguir teniendo un papel diferenciado en el futuro. Es lógico que reciban tratamientos diferenciados, lo cual no quiere decir que sean tratamientos discriminatorios. Todas las ciudades andaluzas tienen un doble derecho, que ha de ser respetado: el derecho a la diferencia, por una parte, y el derecho a la igualdad, por otra. No son términos contradictorios, sino complementarios.
El problema no parece que esté en la aceptación de la perogrullada anterior. Desde mi punto de vista, el problema se puede cifrar en que las opciones diferenciadas para cada ciudad no aparecen insertas en un proyecto común para todas las ciudades, asumible e ilusionante para todas; y en que, muchas veces, los políticos locales utilizan el terreno del juego del agravio comparativo para tapar sus propias deficiencias y sus incapacidades a la hora de plantear proyectos ambiciosos en las comunidades a las que deben orientar hacia el progreso.
Andalucía es más país de ciudades que muchos otros. Para que lo sea de verdad, sin embargo, han de ser integradas todas las ciudades en el "proyecto común de país". Se trata de una tarea para los dirigentes regionales y para los locales, al unísono. Andalucía, sin sus ciudades unidas en un mismo afán, será poca cosa.
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