Leontien Zijlaard regresa del infierno
La holandesa, primero anoréxica y obesa después, acaba los Juegos con cuatro medallas
En la cafetería, cuatro desayunando. Turistas a la caza de medallas. Distraídamente, una de ellos mira el televisor. En la pantalla, una persona sobre una bicicleta se afana en lo que evidentemente es una competición olímpica. "Anda, mira, un español", comunica a sus compañeros. "Sí, sí, un tal Joan Somanosequé. Va cuarto. A lo mejor ganamos otra medalla". A los turistas no les da tiempo a enterarse de que Joan es Joane, y no es un sino una ciclista. Tampoco se enteran, claro, de que Joane es Somarriba, ganadora del Giro dos veces, y también del Tour, una chica que no es especialista, que corre en Sydney todo lo que puede pensando que no es mucho, y que termina quinta, y que al principio está bien contenta, pero que cuando le dicen que se ha quedado a 14 segundos de la medalla de bronce llora incrédula y rabiosa.Los turistas tampoco supieron, y quizás nunca sepan, que la carrera la ganó la misma holandesa que el martes había ganado al sprint la carrera en línea, y que una semana antes había batido el récord mundial de los tres kilómetros al ganar el oro en la persecución en pista, y que dos días después ganó la plata en la carrera de puntuación. "Si me dicen que voy a ganar cuatro medallas antes de venir, me echo a reír", dice Leontien Zijlaard, antes Van Moorsel, la reina de los Juegos. Tres medallas de oro, las mismas que Marion Jones, Inge de Bruijn y Pieter van den Hoogenband. Y además, una de plata. Leontien van Moorsel-Zijlaard, de 30 años, ha estado en el infierno y ha regresado. "Y puedo decir una cosa. Si yo he podido, toda la que lo intente puede. Es mi mensaje a las jóvenes: es duro, pero se puede salir del infierno".
Van Moorsel era la mejor del mundo, era guapa, era única, era modelo, posaba desnuda para las revistas, era la mejor ciclista, la más popular, la más envidiada, la más deseada. Ella odiaba su cuerpo. Era un impedimento para su único deseo: volar sobre la bicicleta. "Un técnico me dijo que para pasar bien la montaña debía perder dos kilos. Y yo, una bruta, perdí 15", declaró hace un par de días a L'Equipe. Van Moorsel, que mide 1,68 metros y ahora pesa 69 kilos (según la ficha oficial) entró en barrena. En 1994, cuando ganó el Mundial de Oslo, pesaba 48 kilos. En verano llegó a pesar 43. Estaba enferma. Anorexia. Se metía los dedos en la boca nada más comer para vomitar. Estuvo al borde de la muerte. Van Moorsel es ahora Zijlaard porque se casó con Michael Zijlaard, el hombre que, por amor, la salvó.
Michael Zijlaard es su entrenador también. El hombre que logró que abandonara el ciclismo para salvar su vida. En invierno, Van Moorsel empezó a comer y comer, sin remordimientos. Llegó a 86 kilos. Se puso como un tonel. Desapareció del mundo. Poco a poco, volvió a entrenarse. Y, por primera vez en su vida, empezó a disfrutar encima de la bicicleta. Ahora es una mujer feliz con su cuerpo. Le gusta su tipo. Es campeona olímpica, también.
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