Hace 25 años
Hace 25 años, universitario Gaudeamus digitur, tan arraigado en mi querida Salamanca, me oponía activamente contra la dictadura que me impedía ser un hombre libre, que me impedía expresar mis opiniones, que me impedía elegir a mis gobernantes. Luchaba contra la pena de muerte, contra la tortura y la violencia política. Hace 25 años, desde los arcos de mi añorada plaza Mayor, veía cómo los franquistas y sus adeptos iniciaban una manifestación a favor del régimen, a favor de aquellos asesinatos, copia de la que el 1 de octubre se celebró en la plaza de Oriente con presencia del generalísimo.Después de 25 años, veo cómo en Zarautz, en homenaje a los últimos fusilados vascos del franquismo (los otros tres eran españoles), se manifiestan los que apoyan la muerte, los que gritan "mátalos" o los que lo hacen con su silencio; se manifiestan los que intentan imponer su ideología utilizando cualquier método, los que hacen de la violencia instrumento de su libertad, los que niegan la libertad de expresión a otros y quieren sus bocas cerradas, los que amedrentan a los que defienden la libertad y a los que son elegidos por el pueblo, los que consienten los asesinatos de aquellos que hace 25 años intentaban conquistar un régimen democrático y de libertades. Era una manifestación muy parecida a la que se iniciaba en mi vetusta y añorada plaza Mayor. Después de 25 años veo a otros ciudadanos exigiendo protección para ejercer la libertad, para poder seguir siendo la voz del pueblo, para poder expresar sus ideas diferentes y no ser fusilados.
Después de 25 años sigo manteniendo aquellos viejos principios, que coreaba con una horrible voz, sigo manteniendo su aplicación siempre y para todos, incluidos a los que nos amedrentan y asesinan, sigo luchando por la libertad y su traducción en un Estado de derecho. Sólo siento mi limitación, que ha quedado en un simple apoyo testimonial que desde mi sección sindical dirigimos a Fernando Savater.
Veinticinco años después algunos se empeñan en seguir manteniendo aquellas diferencias, pero, como en cada casa, se sabe quién es quién.- .
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