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Memoria

Cuando alguien se preocupa de visitar la hemeroteca, se encuentra con casos, a veces, curiosos, y por lo general escandalosos. Salvador Roig, sindicalista de Comisiones Obreras en Alicante, nos sirvió en bandeja la semana pasada uno de esos ejemplos, de los que invitan a la risa si no fuera porque afecta a un servicio público esencial.Resulta que el consejero de Sanidad se plantó con toda su pompa en el Hospital General de Alicante para hacerse fotos y pregonar bien alto que las obras de remodelación van a buen ritmo, y que concluirían en los primeros meses de 2002. Naturalmente, Serafín Castellano se olvidó de decir que, de cumplirse esas previsiones (¡?!), el retraso acumulado en esa obra alcanzará los cuatro años.

También obvió el consejero adentrarse demasiado en zona presupuestaria, siempre tan ingrata. Y ello porque las obras salieron a licitación por 6.984 millones de pesetas, y se adjudicaron por 5.945 millones. Buena cosa, dirán ustedes, eso de ahorrar mil millones a las arcas públicas. No se crean nada. ¿Saben por cuánto nos saldrá si se acaba a tiempo? Pues por 8.450 millones. Es decir, 2.500 más con respecto a la adjudicación, que es la cifra buena.

Si a esto añadimos que las modificaciones del proyecto inicial han restado 83 camas a la oferta final del hospital, coincidirán conmigo en que no hay foto que valga ni espacio en positivo que dedicar a la visita. Salvador Roig empleó su tiempo, y quizás dinero, en desnudar la verdad que estaba ahí, en los periódicos de 1994. Seis años no son nada para la historia, pero la realidad nos indica que tampoco pesan en política. Por eso digo yo que mis nietos (no tengo hijos) no han de beber agua del Ebro, pero seguro que pasarán horas leyendo informes del trasvase.

No es que vayamos a pedir a estas alturas a los cargos públicos populares que dispongan de memoria histórica, que de eso muchos andan interesadamente flojos, pero de ahí a pasar por tontos hay un abismo. Que por aquí leemos.

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