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La marcha mundial de las mujeres 2000

La Marcha fue convocada simultáneamente desde Quebec y Ginebra el pasado 8 de marzo y debe concluir el 17 de octubre, en Nueva York, con la entrega al secretario general de las Naciones Unidas de millones de firmas y tarjetas que recogen las reivindicaciones de las mujeres del mundo. Hasta la fecha, grupos de mujeres -más de 5.000- de 159 países y territorios participan en esta gran iniciativa contra la pobreza y la violencia de género. En algunos ámbitos ya se habla de esta Marcha como un evento sin precedentes en el movimiento de las mujeres a escala planetaria. Las convocantes de esta movilización afirman que, más allá de los efectos positivos, aunque parciales, de las cumbres del Cairo, Beijing o la más reciente sesión especial de la ONU Mujeres 2000. Igualdad, Desarrollo y Paz para el siglo XXI, celebrada este mes de junio en Nueva York, es necesario constatar que, sólo desde las cúpulas de los gobiernos y las instituciones, los avances son escasos y poco efectivos para luchar contra las políticas neoliberales y contra la ideología patriarcal, que son las causas fundamentales de la pobreza y la violencia que sufrimos las mujeres.Así, a pesar de las declaraciones, pactos o convenciones internacionales, continúan existiendo decenas de países en los que los derechos de las mujeres no se consideran derechos humanos y la feminización de la pobreza avanza de forma imparable -el 80% de las personas que están más allá del umbral de la pobreza son mujeres-. Pero en los países del primer mundo tampoco las cosas mejoran de forma evidente. Existe un estancamiento respecto a la participación de las mujeres en las estructuras de poder y continúan apareciendo asuntos que podríamos tildar de grotescos, si no fuera por la gravedad y por la frecuencia con que se producen. Así, habría que recordar que en Austria acaban de publicar una ley que prohíbe la violación dentro del matrimonio, o el texto del emir de Fuengirola donde se explicaba cómo golpear a las mujeres, o las últimas sentencias que exculpan parcialmente o castigan con penas casi simbólicas a los violadores, o los homicidios de mujeres a manos de sus compañeros sentimentales, que constituyen un terrorismo doméstico pertinaz que no obtiene el suficiente rechazo social, o las coacciones y los retrocesos respecto a la interrupción voluntaria del embarazo y al reconocimiento de la libertad de opción sexual. Y lo más preocupante: el hecho de que un discurso, sólo aparentemente feminista, en el que se habla de la integración de la mujer, de la conciliación del trabajo con la vida familiar, esté acompañado de políticas que no cuestionan el modelo cultural, social, económico, y político y mantienen los roles y los estereotipos. Según afirma Angela E.V. King, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, "uno de los obstáculos mayores para alcanzar la igualdad proviene de los estereotipos que todavía tienen los hombres y las mujeres acerca de los roles tradicionales de las mujeres. Hasta en los países más avanzados del mundo no hay quien le quite a la gente de la cabeza que el lugar de la mujer está en casa. Todavía impera la idea de que una casa en la que la mujer trabaja o estudia tiende a la desintegración".

Contra el pensamiento único y la globalización, contra el modelo patriarcal y las políticas neoliberales, que se autojustifican, se debe intervenir a escala planetaria y así lo han entendido las convocantes de la Marcha Mundial de la Mujeres. Sólo desde un análisis feminista comprometido y con propuestas concretas se puede avanzar. Los decretos, las leyes, las normas, no son suficientes para modificar los comportamientos; es necesaria la implicación del conjunto del tejido social. A pesar de avances innegables como la aprobación, el pasado 10 de diciembre, del denominado Protocolo Opcional a la convención de 1979, que permite dirigirse a un tribunal internacional, como el de Justicia de la Haya, para apelar casos individuales de violación de Derechos Humanos que hayan sido denegados en los tribunales de algún país, la realidad es que el desconocimiento de esta posibilidad o la situación de exclusión social de muchas mujeres hace poco efectiva esta opción. De ahí que desde el Cuaderno de la Marcha se realice un estudio pormenorizado sobre las reivindicaciones de las mujeres, en el que se propone un análisis del sistema social, económico y político, responsable en gran parte de la pobreza generalizada y de la violencia. Así, se describe la realidad de un mundo cada vez más rico, pero en el que triunfan las desigualdades de forma intolerable. En vísperas del tercer milenio, siguen existiendo desequilibrios profundos e injustificables entre los hombres y las mujeres, entre los países del Norte y los del Sur y, dentro de la población de un mismo país, entre ricos y pobres, jóvenes y mayores, entre la ciudad y el campo. La humanidad sufre de un grave problema de acceso, de justa distribución y de gestión responsable de los recursos. Vivimos en un mundo en crisis profunda de identidad, de valores, de proyectos, de solidaridad social, devastado por numerosos conflictos bélicos denominados de "baja intensidad" que diezman la población civil y lastran los presupuestos en beneficio de las industrias de armamento; un mundo en el que el productivismo desbocado ocasiona el agotamiento de los recursos naturales y pone en peligro el futuro del planeta, en el que la corrupción se ha generalizado a escala internacional y en el que los estados están renunciando a sus responsabilidades para con los ciudadanos/as, inmersos en unos sistemas internacionales de protección a la deriva. Y somos precisamente las mujeres las que, de manera mayoritaria, sufrimos la insostenibilidad del modelo. A través de la marcha y de todas las demás iniciativas que ahora se inician, se trata de repensar el presente, de crear nuevas reglas a partir de la experiencia y las alternativas propuestas por las mujeres y los movimientos sociales a escala local, nacional e internacional.

La cumbre de Beijing quedó resumida en dos expresiones, empowerment y gender mainstreaming, que sería algo así como que la mujer pueda acceder al poder mediante la inclusión de la igualdad de género en todos los aspectos de la sociedad. Es hora de exigir que esto se cumpla. Es hora de que intentemos erradicar la pobreza y la violencia. Entre el 8 de marzo y el 17 de octubre, las mujeres se pondrán en marcha. En los cinco continentes resonarán sus palabras, sus canciones, sus gritos, sus pasos. Todas tenemos una cita con la marcha de las mujeres.

Glòria Marcos i Martí es miembro del consejo de RTVV por Esquerra Unida.

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