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Tribuna
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Hipérbole

Este titular resume para mi buena parte del contenido de las crónicas, noveladas o dialécticas que se han sucedido con velocidad de vértigo en las escasas horas transcurridas desde la elección del nuevo secretario general de los socialistas valencianos y el resto de cargos, porque se presentan las cosas (los resultados) como "más graves, importantes o grandes de cómo en realidad son", tanto para su ponderación positiva cuanto para entonar el lamento ya reglamentario y obligado de las desdichas de esa organización. O parece que inmediatamente después de los eventos tenemos la obligación de acertar en la diana en todas y cada una de las claves del desenlace, o hemos de reproducir, alternativamente, la decepción que no cesa o el melifluo margen de confianza. Y, así, desde luego, lo que ocurre viene reinterpretado de acuerdo con el parti pris del analista.En otro lugar, y desde luego con más datos de los que ahora circulan o son publicables, espero abordar algunos apasionantes detalles que, sin duda, permitirán poner a prueba las recetas, dicterios y leyes fijas que contiene el vademecum de Angelo Panebianco sobre los partidos políticos a propósito de la historia del PSOE valenciano desde que se reorganizó en los setenta hasta nuestros días. En realidad, lo más ponderado de los desgarrados comentarios que se han ido desgranando en el papel y en las ondas, es la constancia de que esta batalla parece ser propiedad de los antiguos dueños del solar, y no de sus herederos.

Hace muy pocos días, y ante el reto de apostar por un liderazgo nuevo en la maltrecha caravana del PSPV-PSOE, me intentaba convencer de que ya no se necesitaba la componente carismática ni de oportunidad que fue tan precisa en la transición y en el proceso de construcción del entramado jurídico-político del orden constitucional y estatutario; por ello, y en la medida que a quien tomase el relevo le esperaba una larga caminata hasta la investidura popular, resultaría "muy lamentable que los tutores destronados del socialismo valenciano impidieran una vez más que sus cachorros puedan atravesar el desierto a camello y con agua". Y, lo bien cierto, es que de todas las lecturas, matices, lamentos y celebraciones se deduce una meridiana paradoja: los jugadores de ajedrez son los mismos de antes y de casi siempre y, el resto, se dice, piezas a sacrificar para ganar o, en su caso, continuar en la estrategia de las tablas, que es, de todas las estrategias menores la única que garantiza, a la larga, la victoria.

Pero aún así, reitero que la hipérbole de los discursos post-congresuales tiende a desconocer que nada antes de la tenida permitía pensar en resultados fuera de la ponderada incertidumbre que arrojaban las habas contadas, los mimbres puestos a remojo, o las lanzas alineadas en la platea. Y, sin embargo, puesto que nadie en ese cónclave es adepto a milagrerías, que quien fuera ignominiosamente echado de la secretaría general -porque la mitad más uno no era regla a aceptar por los demócratas-, haya mantenido un pulso tenaz, y en una segunda vuelta ocupe ahora el cargo con las bendiciones de la organización tutora y la autora, lo parece.

Ese pequeño detalle se escapa a muchos de quienes no ven otra cosa que repetición de lo mismo de los últimos tiempos, quizás porque no acaban de comprender que la lógica interna de los partidos es así. Y la de los que, a pesar de todo, mantienen la puja como alternativa de poder, mucho más.

Vicent.Franch@uv.es

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