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Tribuna
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Mandarines maoístas

No sé si todos somos adictos a la televisión, pero en cuántas casas y bares veo televisores encendidos a los que pocos hacen caso, hasta que uno les lanza una ojeada esquiva y cae en la trampa del fulgor y el aura de la pantalla y su ruido: absorbente fulgor de hogar. El televisor ha sustituido a la antigua chimenea, ante la que se meditaba y se contaban historias. Ahora la televisión medita por ti y sólo cuenta ella, o ellos, los que la hacen.Este aparato sagrado y luminoso emite el halo que rodeaba la cabeza de los santos: ahí está la cara de los poderosos, a horas fijas, repetidas, todos los días dos, tres o cuatro veces, benditos sean. No he oído a ningún profesional del poder confesar o prometer ante las cámaras, ante las familias unidas y ungidas por la luz del televisor, que usarán la máquina televisiva para imponer sus puntos de vista y encaminar la razón y el corazón del auditorio hacia la política del poderoso. Todos aseguran que las televisiones serán profesionales e independientes, como si no se pudiera ser perfectamente profesional siendo dependiente.

Pero todos eligen al más fiel de los suyos para dirigir las televisiones públicas. El presidente del Gobierno andaluz ha nombrado jefe de televisión a su propio portavoz, elogiando su profesionalidad independiente, demostrada durante cuatro años largos en la exposición profesional e independiente de los puntos de vista de su superior, el presidente del Gobierno andaluz. Algunos profesionales del poder poseen una inmensa capacidad para decir lo contrario de lo que piensan: dicen que es independiente e imparcial la televisión pública (bajo su responsabilidad de gobernantes elegidos por los ciudadanos), pero la ponen bajo las órdenes de alguien que ha demostrado transmitir con eficiencia la voz del mando. Otro ejemplo, al revés: el Gobierno nacional del PP designó portavoz a su jefe de emisoras y televisiones públicas.

Entienden la televisión con ojo mandarín y maoísta: como una excelente herramienta para retocar la realidad. Una televisión desafecta podría desdeñar nuestros logros y seleccionar nuestras peores frases y poses, caras imbéciles y frases de esas que no dicen nada, esos gestos y palabras que aparecen en un momento de apagón mental. Los televisores son máquinas de propaganda y generadores de olvido. Borran cosas terribles, o tan pueriles como el nombramiento de un nuevo jefe de televisión, y lo que enseñan lo vemos con nuestros propios ojos y lo oímos con nuestros propios oídos: es verdad. Así que entiendo la coherencia de Chaves: cuando el PP vote en el Parlamento de España la elección del jefe de la televisión pública, lo votaremos aquí. Cuando el enemigo entregue o deponga las armas, las entregaré yo.

Muy bien. Pero que se presenten a las elecciones como manipuladores de la realidad a través de la televisión: Voy a manipular yo, que tengo la razón, para que no manipulen los otros, que son indeseables. La televisión estará al servicio de mi Gobierno, como un guardaespaldas o un portavoz: para que gobiernen siempre los mejores, que somos nosotros. Así los ciudadanos votaríamos sabiendo que también elegimos a nuestro manipulador favorito. ¿O lo sabemos ya?

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