IX Congreso
Esta tarde el paraninfo de la Universidad de Alicante quizá se convierta para algunos en una suerte de salón de loterías, y del bombo del IX Congreso del PSPV, en el que rueda un picadillo infinitesimal de sensibilidades numeradas, salgan las bolas que les compongan un alambre propicio. También puede ocurrir lo contrario: los bombos sólo dan formato de parábola al caos, y como acaban de demostrar los científicos, el universo tiene forma de donut. Muchos delegados de este congreso aún han apostado sus avales del mismo modo que juegan a la lotería: como un instrumento de beneficio personal. No les interesa que la suerte esté demasiado repartida, porque en ese supuesto, aunque sea el principio fundamental del socialismo, tocan a poco. La asignatura pendiente del socialismo valenciano continúa siendo la falta de cultura de integración y, en consecuencia, la erradicación de los especuladores orgánicos particulares. El espíritu de compañerismo y amistad, y la sensación de viajar en una misma nave hacia unos objetivos compartidos, se quebró en los años en los que el PSPV administró el poder. Durante ese tiempo, el sector dominante se encastilló en confortables despachos, toda vez que se confundió a sí mismo con lo que representaba y con el instrumento que lo había hecho posible, por lo que terminó liquidando a todos aquellos que supusieron un estorbo para ese sistema perverso. Entonces se trabó una maraña de lealtades y animadversiones que estropearon las afinidades y que han estado muy cerca de reducir el partido a la mínima unidad divisible. Si el PSPV no lo ha superado todavía es porque la mayoría de estos agentes no han asimilado que el partido es un instrumento al servicio de la sociedad. El mayor reto del PSPV, más que lanzarse en tromba a hacer la oposición al PP, estriba en recomponer ese tejido interno. Lo uno sin lo otro, como ha quedado de sobra demostrado, conduce a la pérdida de tiempo. Y lo demás, ya casi lo han puesto en marcha las subidas del precio de los carburantes y el incremento de los intereses, con la correspondiente generalización del malestar de los colectivos profesionales, los dramas domésticos con las hipotecas y el enfriamiento del consumo.
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