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Pepemari Flotats JOAN DE SAGARRA

Josep Maria Flotats, que no se considera un tipo vengativo, amenazaba con presentar Arte, en el teatro Tívoli y en castellano, el 11 de septiembre, la misma fecha en que, en compañía del presidente Pujol, había inaugurado, a golpes de hoz, el Teatre Nacional de Catalunya, su teatro, del que luego sería injustamente defenestrado. Toma castaña. Afortunadamente, algunos amigos debieron de convencerle de que la jugada podía volverse en contra suya y optó por cambiar la fecha del estreno barcelonés; el estreno sería hoy, jueves, 21 de septiembre. Un estreno con morbo, porque el señor Aznar, presidente del Gobierno español, piensa asistir al mismo, y porque ese mismo día se presenta en el Teatre Nacional de Catalunya El alcalde de Zalamea, coproducción de dicho teatro con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, bajo la dirección del autor y director catalán Sergi Belbel.Josep Maria Flotats se considera un hombre libre y afirma servir a un solo señor: el teatro. Nacido en Barcelona, en el mes de enero de 1939, aprendió el ejercicio de la libertad en condiciones muy duras: "Parler catalan, comme nous le faisons, était déjà un acte de résistence", le confesaba en 1980 a un periodista francés. Se marchó a Estrasburgo, becado por el Gobierno francés, a aprender el oficio de actor, y cuando se dio a conocer en los escenarios franceses, lo hizo traduciendo su nombre al castellano: José María Flotats. En 1978, en el Teatre Lliure, recuperó su nombre catalán, interpretando, magistralmente, el Eduard II, de Marlowe, bajo la dirección de Lluís Pasqual. Un exitazo. El Lliure llevaba tan sólo dos años de vida, funcionaba en plan cooperativa, todos cobraban el mismo sueldo. Le pidieron a Flotats que se quedase unos meses más, pues pensaban prorrogar el espectáculo. Flotats exigió un sueldo conforme a su categoría de jeune-grand-premier rôle francés. La cooperativa no se lo podía permitir y Flotats regresó a Francia.

Flotats, hombre libre, sirve a un solo señor: el teatro. Lo cual no quita que le encante verse adulado, querido, como dice él. Tras el estreno del Dom Juan en la Comédie, le dije: "Ya verás qué preciosa crítica te va a hacer Michel Cournot en Le Monde". Y Flotats me respondió: "Ése no, ése no me quiere". A Flotats le encanta que le quieran, sobre todo la gente importante. En sus años de la Comédie gustaba de contar cómo el presidente de la República francesa se dirigía a el y a sus consocios de la muy ilustre compañía: "Mon cher Maître". Luego se dejó querer por el presidente Pujol y, de manera especial, por su esposa. Más de un consejero de Cultura tuvo que aguantar los desplantes de Flotats, el cual -se jactaba de ello- sólo dialogaba directamente con Pujol o con su señora. Ahora se deja querer por el presidente Aznar, el cual le invita a La Moncloa, y al que el actor y director, y en este caso adaptador, le devuelve la invitación esta noche, en el Tívoli, para presenciar el estreno barcelonés de Arte, una pieza de bulevar, "bien faite", de la francesa Yasmina Reza. La foto del presidente Aznar aplaudiendo a Flotats, saludando a Flotats, abrazándose, quién sabe, con Flotats, es del todo coherente con la trayectoria de libertad y de amor, de servicio al teatro de Josep Maria Flotats. Del todo coherente con su enorme ego.

¿Y Aznar? ¿A santo de qué acude el presidente al estreno barcelonés de una obra que ya ha visto en Madrid? ¿Para respaldar el teatro en castellano en la capital de la Cataluña nacionalista, como al parecer dijo a los periodistas? Pues podían haberle informado mejor: la rentrée teatral barcelonesa es descaradamente castellana, vamos, en lengua española. Lo políticamente correcto sería que el presidente del Gobierno español acudiese al estreno barcelonés de El alcalde de Zalamea, por lo de la coproducción, por Calderón y por Belbel, pero, bien mirado, ¿qué pinta don José María Aznar en el sanctasanctórum del teatro nacionalista, haciéndose una foto con el consejero Vilajoana, mientras Pujol -el muy zorro- está de viaje y Maragall aprovecha para birlarle la foto con Flotats?

La elección del señor Aznar, como presidente del Gobierno, es un disparate -su sitio estaba esta noche en el TNC-, pero como jefe del PP ya no lo veo tan claro. Puede que alguien le diga, como le dijeron a Vidal-Quadras, que inclinándose por Flotats no hace sino recalentar "los contenciosos del pasado" entre Flotats y Pujol y que, en definitiva, le está haciendo un favor a Pujol. Pero hay también quien puede decirle que, inclinándose por Flotats, le resta a Pujol una parte de los suyos que jamás vieron con buenos ojos el injusto tratamiento que Flotats recibió de la Generalitat y que, en definitiva, se mueren de ganas por apuntarse a ese "catalanismo abierto" que predica el señor Josep Piqué i Camps.

De todas maneras, si yo fuese el asesor catalanista del señor Aznar, le aconsejaría que dejase de asistir a los estrenos de espectáculos en castellano en la capital de Cataluña, por más Flotats que le echasen -por cierto, ¿cómo debe de llamarle en la intimidad de La Moncloa? ¿Pepemari?-, y empezase a frecuentar los escenarios en que se ofrece teatro en lengua catalana. Lo decía anteayer, en estas mismas páginas, Josep Ramoneda: "Del mismo modo que la burguesía no dudó en asumir, en los años cuarenta, el castellano como lengua de distinción -porque el nuevo poder franquista así lo quería-, ahora el PP ha caído en la cuenta de que para seducirla es necesario coquetear con el catalán y con el catalanismo".

Si yo fuese el asesor teatral y catalanista del presidente Aznar, le aconsejaría que reservase una butaca para asistir, en el Romea, al estreno de Un tramvia anomenat desig, con Emma Vilarasau, extraordinaria actriz y heroína indiscutible del culebrón patrio, en el papel de Blanche. Ahí esta la foto, presidente; ahí están los votos que arañar. El consejero Vilajoana no la quiere, dice que le falta glamour, el glamour de Penélope Cruz. Usted le dará ese glamour, presidente. Y Vilajoana rabiará.

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