Más sincero que un santo
A Manuel Chaves se le podrán reprochar errores políticos pero hay que convenir que en la designación de Rafael Camacho como director general de la Radio Televisión de Andalucía ha actuado con una sinceridad propia de un santo. Por lo general, los gobernantes suelen recurrir a personajes subalternos, pero de embozada fidelidad, para que dirijan las televisiones y las radios públicas.Se trata más que de un truco inocente de una convención que le sirve al gobernante para guardar las formas. Pero Chaves, tras una dilatada meditación sobre si el sustituto de Abellán debería ser un político de confianza, un político menor pero permeable o un profesional del periodismo se ha inclinado por quien durante años ha sido su portavoz, es decir, una especie de notario indesmayable de la valía del Consejo de Gobierno. Si puedo nombrar a mi mano derecha para que ejecute mis ideas ¿por qué elegir, por una pura cuestión de apariencias, a mi pie izquierdo o una mano ajena aunque de probada confianza?
Es cierto que el Partido Popular ha recorrido un camino similar al de Chaves, pero a la inversa: designó portavoz del Gobierno a quien había desempeñado el cargo de director general de RTVE, Pío Cabanillas. Uno no sabe si esta inversión honra a un Gobierno más que a otro, pero está claro que cualquier crítica que articule la derecha basada en la polivalencia de cargos de confianza para uno y otro menester está desacreditada desde el primer momento.
Ahora bien, que el PSOE recuerde el caso de Pío Cabanillas como justificación del de Camacho resulta igualmente inapropiado, sobre todo para un partido dispuesto a abordar una amplia renovación en las formas que incluye, en palabras de José Luis Rodríguez Zapatero, que los directores de los medios públicos sean elegidos por los respectivos parlamentos.
Contradecir con los hechos este propósito significa que dentro del PSOE, y a pesar de las sorprendentes y unánimes muestras de fidelidad hacia el nuevo secretario general, hay quienes desconfían de la bondad de los aires renovadores y se resisten a poner en práctica las reflexiones teóricas. Chaves incluso ha calculado que el escándalo que proseguirá a esta decisión durará alrededor de una semana, no más, lo que añade un matiz de suficiencia muy alarmante: me convierto en el saco terrero de los puñetazos, aprieto los dientes, aguanto los golpes durante siete días y a vivir con dignidad.
Qué gestión haga Rafael Camacho al frente de la RTVA es un asunto que no viene al caso. Camacho se ha limitado por el momento a aceptar el puesto pero por muy previsible que resulte su gestión al frente de la RTVA habrá que dejarle al menos el tiempo necesario para que yerre o triunfe.
La controversia por la elección de Camacho tiene el regusto de uno de esos nudos truculentos que se plantean en las telenovelas. Quizá por eso, antes de la destitución de Eduardo Abellán, los rectores de Canal Sur han suspendido la emisión del folletín Plaza Alta: no querían competencias.
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