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Jesús Maeso recrea las costumbres de Al-Ándalus en una novela llena de aventura, exotismo e intriga

Lucha por el poder

La peripecia literaria de Jesús Maeso (Úbeda, 1951) invita a calcular cuántos buenos escritores vivirán aún ocultos en el anonimato, voluntaria o forzosamente aislados del mercado editorial, esperando una carambola de la suerte que saque a la luz el producto de su trabajo. Nada menos que cuatro novelas acumulaban polvo en los cajones de este gaditano de adopción, cuando saltó la liebre: "Probé fortuna en el premio Ateneo y quedé a las puertas. Me llamaron de Edhasa y en una semana ya tenía apalabrada la edición de todos mis libros", recuerda.Es la breve historia de una novela histórica, Al-Gazal, el viajero de los dos orientes, en la que Maeso anduvo ocupado durante dos largos años. Asesor de programas de Asuntos Sociales en la Junta, este aficionado a la poesía comenzó a sentirse atraído por la escritura a raíz de su licenciatura en historia: "Me gustaba recrear episodios del pasado", asegura. "Especialmente de esos hechos menos conocidos, como de segunda categoría; esas historias de la Historia que pasan desapercibidas en los manuales".

Así, curioseando en el baúl del tiempo, fue como el autor encontró a su protagonista: "De Al-Gazal se sabe muy poco. Sólo consta en una página de cierto índice de personajes andalusíes. Empecé a consultar por la A y creí haber encontrado un filón". El personaje, en efecto, parecía no tener desperdicio: poeta y alquimista, vivió en la Córdoba califal del siglo IX. En una época en la que los diplomáticos eran escogidos entre la ciudadanía más sabia, Al-Gazal fue embajador plenipotenciario de Abderramán II. Por si fuera poco, su apodo (traducible como "gacela") indica la apostura y gallardía que le hicieron pieza cotizada entre las féminas del momento.

Tan singular personalidad allanó el terreno a Jesús Maeso para reconstruir en prosa la Córdoba de los Omeya, el imperio residual de Bizancio y, para goce de los lectores, el aún misterioso mundo de los vikingos, que fueron crucificados tras el asalto de Sevilla y con los que Al-Gazal conviviría un invierno, según la ficción novelada.

El eje argumental de Al-Gazal, el viajero de los dos orientes es, sin duda, la lucha por el poder y la búsqueda del conocimiento, así como ese combate que enfrenta al progreso y al fanatismo y alcanza hasta estos albores del siglo XXI. Todo ello en un fabuloso mundo de eunucos, sociedades secretas y favoritas, salpicado de descripciones exóticas y detalles cotidianos que van de la gastronomía a las vicisitudes domésticas.Para Maeso, se trata de "una aventura argonáutica, muy sensual y poética", que invita al lector a introducirse en ella, a oler, saborear y compartir en propia piel la tensión dramática. "La trama se desarrolla en ambientes sosegados y, al mismo tiempo, creo que configuran un libro impaciente", explica. Un libro que aspira a emular las intrigas de El nombre de la rosa, el goce viajero de León el Africano y la sensualidad ambiental de Las mil y una noches a través de geografías humanas muy diversas y, en cualquier caso, vertiginosas y un tanto rocambolescas.

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