AULA LIBRE La tecnología como parte relevante de las humanidades
El pasado mes de abril se celebró en Londres la Design & Technology Millennium Conference, un congreso sobre la enseñanza de la tecnología como materia común: 500 asistentes de veinte países con educación secundaria obligatoria.Una materia consolidada. La primera conclusión que cabe sacar del congreso es que la tecnología se está consolidando como una materia con objetivos y consecuciones propias. Más aún, cuanto más se le ha permitido tener su propio espacio, diferenciado de las ciencias y de la formación profesional, más valiosas han sido sus aportaciones a estas materias en términos de comprensión del entorno físico y de formación profesional de base. Se aprecia una tendencia en los nuevos currículos a subrayar la fase de diseño del proceso tecnológico, no sólo porque sitúa el alumnado en la posición de imaginar y construir aquello que no existe antes de su actividad, sino también porque a través de estas actuaciones se desarrollan algunos aspectos fundacionales de la naturaleza humana -imaginación, creatividad, sensibilidad- de manera más eficaz que en otras materias.
Tecnología y materias instrumentales. Fueron varias las comunicaciones presentadas en el congreso que estudiaban la relación entre tecnología y materias instrumentales (Literacy y Numeracy): desde la constatación de que todo profesor de tecnología es -sea consciente de ello o no- profesor de lengua, hasta la evidencia de que los resultados en matemáticas mejoran cuando esta herramienta es usada coordinadamente en el aula de tecnología. Todo parece indicar que ante un alumnado con déficits en las materias instrumentales, la solución no pasa tanto por aumentar sus horas como por coordinar su uso en otras áreas. En la de tecnología, el estímulo de la creación y la realización ofrece oportunidades para provocar la necesidad de calcular y expresarse correctamente.
Tecnología y sociedad civil. La exposición asociada al congreso puso de relieve la implicación de la sociedad británica en la enseñanza de la tecnología. Federaciones empresariales, ONG y otras instancias que postulan o necesitan una ciudadanía educada tecnológicamente han apostado por aliarse con el profesorado de tecnología. Las empresas eléctricas y los fabricantes de embalajes, por ejemplo, han descubierto que la mejor manera de formar a sus usuarios para que tengan criterio y, por lo tanto, consuman adecuadamente y se sientan satisfechos, es integrar sus actuaciones de formación del cliente en la enseñanza de la tecnología facilitando materiales adecuados.
El exceso de licenciados en determinadas disciplinas y el déficit de alumnos de formación profesional es un problema en la mayoría de los países industrializados; en el congreso se vieron buenos ejemplos de cómo, en diversos países, las federaciones empresariales han apostado por dar soporte a la materia de tecnología como vía para estimular que los estudios técnicos sea una opción considerada por los alumnos. En definitiva, puede establecerse que existe una tendencia a usar la tecnología obligatoria como contenedor de aquellas iniciativas de la sociedad conducentes a disponer de ciudadanos capacitados para usar, criticar y gestionar la tecnología en el futuro.
Humanidades y tecnología. Vistas estas tendencias, parece casi inexcusable una reflexión sobre el debate que en nuestro país se ha generado en torno a esta supuesta disyuntiva. En el siglo XVI, cuando se acuñó el término humanidades, la ciencia y la técnica estaban incluidos en él, no podía ser de otra manera en la mentalidad renacentista; la ilustración y el academicismo necesitaron parcelar el conocimiento; el romanticismo supuso el divorcio definitivo; pero no podemos seguir viviendo con esta fractura: hace demasiados años que C. P. Snow nos habló de las dos culturas, que M. Kranskberg nos alertó sobre los peligros de unas ciencias y unas humanidades divorciadas, que M. Serres denunció a los humanistas ignorantes y los sabios incultos, o que el término tercera cultura ha sido definido (D. Dennet, R. Dawkins) como para que a las puertas del siglo XXI caigamos en una discusión estéril. En éste debate, ni el término humanidades puede ser usado para encubrir una reivindicación horaria o corporativa, ni el término tecnología puede ser invocado para designar un conjunto de actividades constructivas de bajo calado. En cualquier caso, lo peor que puede hacer un país necesitado de técnicos competitivos es volver al "que inventen ellos".
Precisamente porque conviene mejorar la formación humanística de nuestro alumnado se ha introducido por doquier la tecnología como materia obligatoria. Las humanidades han de aprovecharse de la tecnología, que ha de asumir su papel alfabetizador y cultural, y ambas han de trabajar simbióticamente como inextricables que son. Éstas son las tendencias que podemos aprender del congreso de Londres y no parece que haya otro camino para educar los ciudadanos del siglo XXI.
Jordi Font-Agustí es ingeniero técnico industrial, filólogo e inspector de educación.
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