_
_
_
_
_

El legado de Hendrix se agranda al cumplirse 30 años de su muerte

Una nueva caja de cuatro compactos reúne abundante material inédito

El día en que ingirió de golpe media docena de píldoras, a James Marshall Hendrix le faltaban dos meses para cumplir los 28 años. Sin embargo, el efímero periodo que media entre 1966 y 1970, cuatro años y medio de extenuantes actuaciones en directo y cuatro discos oficiales -el número de ediciones póstumas es incalculable-, fue suficiente para elevar al hijo predilecto de Seattle a los altares de la música de este último siglo.

Ocho vinilos

Paradigma involuntario durante años de la letal combinación entre rock y heroína, icono de la indisciplina y el desaliño, representante del poder negro e integrante destacado, en fin, en esa larga y penosa lista de músicos caídos antes de tiempo, a Hendrix se le reconoce ahora un valor que va mucho más allá de sus revolucionarios modos de guitarrista transgresor. Ante su legado también se inclina ahora una nutrida nómina de cantautores, bluesmen, jazzistas y hasta folclóricos, admiradores de la sensibilidad de una obra al margen de su deslumbrante virtuosismo, y sabedores de que algunas de las técnicas de grabación que Hendrix aplicó en sus álbumes no eran menos revolucionarias que las de los mismos Beatles en Sgt. Pepper's.Los adeptos a la causa hendrixiana deberán rascarse ahora el bolsillo para hacerse con The Jimi Hendrix experience, una flamante caja de cuatro discos que se ha publicado en todo el mundo el 12 de septiembre para honrar la memoria del guitarrista seis lustros después de su trágica desaparición. Aunque la capacidad de la industria para exprimir grabaciones inéditas de los grandes mitos se antoja insaciable, por mucho que el material rescatado sólo satisfaga a veces a los muy fetichistas, el trabajo de archivo puede dejar esta vez atónito a más de un incondicional. A lo largo de sus 56 cortes, documentados con un apasionado ensayo de 80 páginas, se encuentran 47 grabaciones que permanecían de todo punto inéditas, entre versiones en vivo, tomas previas, mezclas desechadas a última hora y algún boceto suelto.

Los no iniciados en la discografía de Hendrix deberían antes descubrir en cualquiera de sus recopilatorios (The ultimate experience, de 1993, o Voodoo soup, de 1995) las lecturas originarias de Hey Joe, Purple haze, The wind cries Mary, Electric ladyland, Little wing o If six was nine, entre otros clásicos irrefutables. Pero los más apasionados sabrán paladear los matices que pueblan estas versiones alternativas, a menudo radicalmente dispares de las definitivas, prueba de que la fértil inspiración de Hendrix se tomó pocos respiros en aquellos fugaces años de gloria.

Como un guiño a la nostalgia, The Jimi Hendrix experience también se comercializará en formato de vinilo, en una edición limitada que consta de ocho álbumes. La caja se ha diseñado en oropel púrpura, el color que el impetuoso Jimi escogió como símbolo (Purple haze) y que uno de sus admiradores más ilustres, Prince, reivindicó 15 años después con el no menos célebre Purple rain. La nómina de herederos estilísticos de Hendrix es mucho más amplia, desde luego: desde el fraseo de un virtuoso, Steve Vai, hasta la filosofía musical mestiza e iconoclasta de otro genio desaparecido, el trompetista Miles Davis.Al menos dos de los álbumes originales de Hendrix, el primero (Are you experienced, 1967) y el tercero (Electric ladyland, 1968), aparecen sistemáticamente en todas las discografías básicas que sugiere la prensa especializada. Hace tres años se publicaron, por fin, las maquetas del que debió haber sido su quinto disco, First rays of the new rising sun, en cuya grabación se encontraba enfrascado cuando le sobrevino la muerte.

La eclosión de este músico, que bajo el nombre de Jimmy James había ejercido un par de años como guitarrista de sesión de Sam Cooke, Ike & Tina Turner o los Isley Brothers, supuso una de las mayores conmociones de 1967, el año con más resonancias míticas en la historia de la música popular. Fue en aquella temporada, precisamente, cuando decidió rematar un concierto en Monterrey prendiéndole fuego a la guitarra. Aquella imagen -la guitarra en llamas y Hendrix arrodillado frente a ella, con el semblante en trance y las manos hacia el cielo- permanece en la memoria colectiva como una de las instantáneas más universales de los años sesenta, igual que el asesinato de Kennedy o el primer paseo de Armstrong sobre la superficie lunar.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_