La respuesta de ETA
La sincronía entre la detención de 20 personas acusadas de formar la dirección política de ETA y el nuevo atentado cometido anoche en San Sebastián por los sicarios del totalitarismo etarra constituye un dato bien significativo sobre la plena identificación entre el brazo político y el militar de la organización terrorista. Desafortunadamente, el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, llevaba razón al anticipar ayer mismo, por la mañana, que la banda iba a reaccionar violentamente a las detenciones de sus dirigentes políticos. José Ramón Recalde, la víctima escogida para cobrar el peaje de dolor que necesitan los extorsionadores etarras para alimentar su sangriento ídolo político, había desempeñado las carteras de Educación y de Justicia en el Gobierno vasco de coalición entre socialistas y el PNV, en el que también actuó de portavoz. Desde una aproximación intelectual al compromiso político, es una de las voces más coherentes del escenario vasco en la defensa de las libertades, del diálogo como método para superar las diferencias y en la condena coherente de la violencia, también la de los GAL.
Militante a favor de los derechos humanos desde su juventud, fue detenido y torturado por la policía franquista en su condición de vasquista y de izquierdas. Su esposa regenta la librería Lagun, de San Sebastián, atacada en múltiples ocasiones por los cachorros del movimiento violento vasco. Como responsable vasco de Educación, contribuyó a la normalización del euskera y a la integración de las ikastolas en el sistema público de enseñanza. Recalde sintetiza lo mejor de la sociedad democrática vasca desde la recuperación del autogobierno.
Cada nueva víctima de la banda etarra constituye una apelación a la coherencia democrática de los nacionalistas moderados para que tracen una línea de radical separación con el entorno de ETA y cierren filas de una vez con todas las fuerzas democráticas para cortar el paso a esta espiral de violencia unidireccional. El dirigente de EH Arnaldo Otegi denunciaba anteayer a los medios de comunicación como indicadores de las detenciones de los militantes del mundo proetarra. Los dirigentes abertzales tienen sus abogados defensores y sus derechos individuales garantizados por el Estado de derecho. Las amenazas de Otegi y del mundo etarra se traducen, en cambio, en acciones criminales, que a veces el azar afortunado evita que tengan efectos irreversibles.
Es difícil explicar el abismo que separa a quienes matan de quienes se exponen a morir mejor de como lo hiciera el propio Recalde en un artículo que publicó en EL PAÍS el pasado 9 de mayo, en memoria de su amigo asesinado José Luis López de Lacalle: "No he elegido que me maten, pero he elegido que, aunque me maten, el morir se convierta en la asunción de mi modelo de vivir, hasta la muerte". Por una vez, el azar ha impedido que los asesinos ejecutaran hasta el fin su designio.
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