Las señas de identidad
Hace unos días, dos ilustres y veteranos socialistas del PSPV, y viejos amigos, Vicent Soler y Ricard Pérez Casado, publicaban en estas páginas sendos artículos en los que se referían a aspectos de la situación actual del País Valenciano. Decía Soler, con toda razóm, que "esto no es Murcia". Y se dirigía al presidente de la Generalitat recordándole -o tal vez, ilustrándole- que "desde principios del siglo XIV, esto no es Murcia". Decía Soler, refiriéndose al presidente Zaplana -para su recuerdo o su ilustración- que "Murcia podría haber sido tierra valenciana, pero no lo es. A pesar de ser conquistada por Jaume I, las disputas con Castilla llevaron a Jaume II a cerrar un acuerdo con aquel reino, en 1305, por el que el término de Orihuela sería el más meridional del Reino de Valencia". Y en eso estamos, porque así quedó la cosa. Afirma Vicent Soler que resulta sintomático que el presidente Zaplana, "nuestras señas de identidad, comenzando por la lengua, las viva como un problema, no como un tesoro a recuperar". ¡Naturalmente!. El presidente Zaplana viene de aquellas tierras murcianas en las que, según el clásico, se hablaba el més bell catalanesc del món. Pero aquello se acabó. Castilla jugó muy fuerte para hacerse "con un acceso al Mediterráneo y con un puerto natural tan importante como el de Cartagena. Y lo consiguió". Murcia pasó a ser castellana cultural y políticamente. Y a ese contexto histórico (político-cultural) pertenece el presidente Zaplana. Lo cual no es criticable ni significa ningún desdoro. Cada cual tiene sus raíces y quien las pierde perd la seua identitat. Y a mí me parece muy bien que el presidente Zaplana no quiera perder las suyas. Tampoco, nosotros, nosaltres els valencians, queremos perder las nuestras. Nuestras señas de identidad que no son las del señor Zaplana. ¡Qué le vamos a hacer! Es lógico, por tanto, que el presidente Zaplana afronte la defensa de nuestra lengua y la viva (y la soporte) "como un problema", no como "un tesoro a recuperar". ¿Por qué tenía que ser de otro modo? Zaplana, culturalmente hablando, está más con los "suyos" que con nosaltres els valencians. Y es lógico que así sea. Por no estar, no está ni con los "valencianos del blaverismo y el lizondismo" a los que ha tratado de anular. Cosa que ha conseguido. Zaplana ha demostrado fehacientemente que no está ni con nosaltres, els valencians ni con mosatros els balencians. Al presidente Zaplana, quien les mola, son aquellos que, como compensación a sus prebendas, le bailan el agua: los Pedro J., los Carlos Dávila, las Pilar Ferrer, los Luis Herrero, los Federico J. Losantos, los Ansón... Que son aquellos que le elevan a los altares de la política española y españolista més rancia y carpetovetónica. Y es natural. Todos pertenecen a la misma cultura histórica. ¿Qué tiene que ver Zaplana con un Fuster, un Estellés, un Sanchis Guarner, un Carles Salvador, un González Martí, incluso un Llorente Falcó, un Martí Domínguez, un Ferrandis Luna, un Renau, un Alfaro, un Durán i Tortajada, un Pizcueta, un Ignasi Villalonga, un Joaquim Reig...? Las señas de identidad del presidente Zaplana están representadas por la corte mediática madrileña de los que le jonjolean. Y punto. Los nombres de los ilustres valencianos que acabo de citar le son ajenos. Cuando no, molestos.
El espacio se termina y había iniciado el artículo refiriéndome, también, al amigo Pérez Casado y sus dos artículos publicados en estas páginas referentes al socialismo valenciano. Quede para el próximo domingo ocuparme de sus interesantes aportaciones al debate.
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