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Bajo el signo de TINA

Josep Ramoneda

Como dice Zygmunt Bauman la política está puesta hoy bajo el signo de TINA (There Is No Alternative) No hay alternativa, dice la derecha como coartada y la izquierda como excusa. Si no hay alternativa, no hay futuro, pero esto ya es otro cantar que rebasa las expectativas de los gobernantes. Lo cierto es que, unos con entusiasmo, otros con mayor discreción, los gobiernos cumplen rigurosamente la orden de desmantelamiento de los Estados por la vía de las privatizaciones; tienen en el punto de mira al gasto en protección social -"poco coherente y muy costoso", según ha escrito Piqué que en su exceso de celo ha tenido que ser reprimido por su colega el ministro de Trabajo-; se esmeran en el desprestigio de lo público; hacen de la competitividad el horizonte insuperable de nuestro tiempo; y cantan las excelencias de una sociedad de riesgo en que sólo el que se la juega gana. Un discurso que sin duda halaga la vanidad de los triunfadores pero que en su elitismo olvida el conjunto de la realidad social y genera inseguridad e incerteza. Y precisamente para compensar los miedos sociales, en parte generados por estas políticas que presuntamente no tienen alternativa, los gobiernos se comportan como "machitos" apaleando a los más débiles. En estos casos los inmigrantes tienen siempre los primeros números. El Gobierno español cumple con esmero las exigencias de TINA. Lo cual, en un momento en que la coyuntura cambia y la carretera se empina, promete muchos síndromes de vértigo social. Enfrente, está un partido socialista que acaba de salir de la charca en la que se estaba anegando después de unos largos años de poder. José Luis Rodríguez Zapatero anuncia una renovada oposición. Su tarea es demostrar que sí hay alternativa. De lo contrario, habría que preguntarle: gobernar, ¿para qué? El objetivo de todo político es el poder, pero el poder por el poder no debería ser el fin del gobernante.

De momento, Zapatero ha conseguido acabar con la sensación de vacío que había en su partido. Pero la capacidad de iniciativa política no se promete, se ejerce. ¿Será capaz realmente de diferenciarse, tanto de la derecha como de la cacofonía socialista de los últimos años? Aznar convocó a Zapatero inmediatamente después de ser elegido secretario general porque entendió que tenía que hacer suya la imagen de cambio que éste transmite. El motivo de la urgencia del presidente era tener una foto que dijera: lo nuevo no lo representa sólo éste, lo representamos los dos. Para Zapatero fue positiva aquella rápida aparición en palacio. Pero ahora necesita no quedar atrapado en aquella foto. Y para ello se requiere diferenciarse en el estilo y en las propuestas: demostrar que se puede gobernar de modo distinto. Una misión que algunos dan por imposible porque vivimos atrapados por TINA.

Y, por si el poder de TINA no fuera ya suficiente, la nube que todo lo contamina, la cuestión terrorista, se cruza en el camino de Zapatero. La cuestión vasca domina la escena política. Por la gravedad de la misma, pero también porque la estrategia del Gobierno ha sido darle una centralidad creciente, convirtiendo a los demás temas de la agenda política en cuestiones de trámite. Es verdad que mientras exista el problema terrorista España no tendrá plena normalidad democrática. Pero para avanzar hacia ella es fundamental que los demás problemas del país adquieran el protagonismo que les corresponde. No hay que permitir que el terrorismo altere por completo el orden de las cosas.

Las circunstancias han querido que Rodríguez Zapatero diera sus primeros pasos como secretario general del PSOE en plena ofensiva terrorista. Algunos piensan que ello le ha puesto demasiado a la vera de Aznar. Probablemente, no podía ser de otra manera. Pero la mejor forma posible de hacer compatible la lealtad al Gobierno en materia terrorista y la construcción de la nueva personalidad del partido de la oposición es precisamente exigir al Gobierno que los demás problemas de España tengan la consideración política que merecen. Y evitar de este modo que el Gobierno utilice la cuestión terrorista para eclipsar las cosas que no van bien, reduciéndolas a cuestiones estrictamente técnicas, insignificantes políticamente. Naturalmente, esto exige a Rodríguez Zapatero aportar propuestas alternativas para cada tema. Y demostrar que hay vida más allá de TINA, porque para hacer lo mismo ya lo hace la derecha.

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