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Berezovski renuncia a la primera cadena de la televisión rusa tras las presiones de Putin

Borís Berezovski sigue empeñado en dar golpes de efecto. El intrigante magnate ruso, convertido en opositor de Vladímir Putin, hizo pública ayer una carta abierta al líder del Kremlin en la que acusa a su entorno de chantajearle y anuncia que entregará sus acciones en la primera cadena de la televisión a "periodistas y otros representantes de la inteligencia creativa". Ésa es su respuesta al supuesto intento de Putin de apoderarse de la ORT, furioso al parecer con la cobertura que el canal (de mayoría estatal, aunque controlado de hecho por Berezovski) ofreció de la catástrofe del submarino Kursk.

A finales de julio, Berezovski dejó en un pasmo a quienes pensaban que había comprado un escaño en la Duma para lograr inmunidad y evitar así dar con sus huesos en la cárcel. Su renuncia como diputado siguió a otra carta abierta en la que acusaba a Putin de llevar a Rusia hacia la dictadura con sus planes de reforma del Estado.Desde entonces, el pulso entre el magnate y el presidente no ha hecho sino tensarse. El hecho de que lleve todas las de perder no hace que Berezovski ceda, en una actitud que tal vez se explica más por su complicada personalidad y su gran afán de protagonismo que por el análisis objetivo de la reunión.

Tan sorprendente resulta su actitud que no faltan analistas que piensan que en esta partida hay cartas tapadas por parte de ambos jugadores, y hacen notar que, pese a la guerra verbal, los intereses materiales del oligarca número uno siguen indemnes. Incluso, desde que Putin llegó al poder, el magnate ha hecho grandes negocios como el que ha concluido en una situación de cuasimonopolio del aluminio.

En su carta abierta, Berezvoski dice al líder del Kremlin que, la pasada semana, un "funcionario de alto rango" de la Administración presidencial le presentó este ultimátum: o transfería su paquete en la ORT (49% de las acciones) al Estado en el plazo de 15 días o seguiría los pasos de Vladímir Gusinski, cabeza del grupo de comunicación Media Most, encarcelado el pasado junio, aunque luego se levantaron las acusaciones contra él y pudo reunirse con su familia en España. Según Berezovski, ese funcionario le dijo: "El presidente quiere dirigir él mismo la ORT". Y dio un motivo inmediato: la cobertura de la crisis del Kursk.

Es un secreto a voces que Putin se enfureció no ya con la ORT, sino también con la NTV (principal cadena de televisión privada) y, en general, con la información y análisis de la crisis de la mayoría de los medios rusos. Éstos no ahorraron críticas al secretismo oficial, la ineficacia de las operaciones de rescate, el retraso en aceptar ayuda extranjera y la falta de protagonismo del presidente, que siguió de vacaciones en Sochi mientras ni siquiera se sabía si había supervivientes en el submarino nuclear hundido.

La única información de las operaciones de salvamento ofrecida desde el mar de Barents, a bordo del barco desde el que dirigía el rescate, fue la de un periodista de la RTR, la otra cadena estatal, ésta sí "fuera de toda sospecha". El mismo reportero entrevistó luego a Putin, que medio pidió perdón por la catástrofe al tiempo que culpaba a los oligarcas de destruir el Estado y las Fuerzas Armadas.

Según el magnate, tras la "expulsión" de Gusinski, la ORT es la única cadena "no totalmente dependiente de las autoridades" y, si ahora él cede al chantaje, "la información en televisión se acabará, y será reemplazada por la propaganda" oficial. "Al presentarme un ultimátum", dice Berezovski, "se ha planteado a la sociedad una cuestión muy importante: si los medios no estatales tienen o no derecho a existir en Rusia".

Una fuente de la Administración presidencial citada por la agencia Interfax se felicitaba ayer por la tarde de la decisión de Berezovski, pero recordaba que ofreció sus acciones al Estado, que luego se volvió atrás, que después las ofreció de nuevo y que parte de ellas constituyen la garantía de un crédito concedido por un banco estatal.

El oligarca, cabeza de un importante grupo industrial y mediático, no identificó a esos "periodistas y otros representantes de la inteligencia creativa" a los que promete entregar el control de sus acciones de la ORT, pero cuesta creer que no sean gente de su entorno. Además, pide al Estado (o sea, a Putin) que haga otro tanto para que la ORT sea de verdad una "televisión pública". Si no lo es aún se debe a que el propio Berezvoski (que hizo y deshizo a su antojo, con métodos tan elementales como pagar los sueldos) la ha utilizado durante años para defender sus intereses y los del poder, hasta hace poco coincidentes.

Putin no estaría hoy en el Kremlin de no ser por el juego sucio y el doble rasero que la ORT convirtió en norma durante las legislativas y las presidenciales. Berezvoski, ahora tan preocupado por defender la democracia, hizo entonces todo lo posible para desvirtuarla, un ejercicio en el que ya tenía experiencia: en 1996, junto a otros seis oligarcas, no se paró en ninguna barrera ética para frenar el peligro rojo y lograr la reelección de Borís Yeltsin, en cuya gestión se busca ahora el origen de todas las desgracias que afligen a Rusia, desde el Kursk al incendio de la torre de la televisión.

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