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Zapatero en sus zapatos

El nuevo secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, quiere inaugurar un nuevo modo de hacer oposición. En todo caso, la necesidad es acuciante para recuperar los dañados equilibrios del sistema y porque sin una verdadera oposición el Gobierno y el propio Aznar pueden deslizarse hacia lo peor, puede cundir aún más el amiguismo, el descontrol, las corruptelas, el clientelismo y ese clima de halago al jefe favorecedor del entontecimiento y paralizador de las mejores energías. En sus últimas declaraciones periodísticas Zapatero insiste en que huirá del cainismo y añade que no le temblará el pulso cuando haya de coincidir con el Gobierno o brindarle su apoyo a Aznar en cuestiones fundamentales para la democracia. Pero esas cuestiones deben ser enumeradas y las coincidencias en aras de salvar valores superiores para nada deben implicar renuncia al debate en el ámbito más o menos abierto que por su propia naturaleza les corresponda. Escamotear a la ciudadanía los grandes asuntos es inaceptable y sabemos con Ortega que toda realidad que se ignora prepara su venganza.Comienza un nuevo periodo de sesiones del Parlamento y enseguida veremos el espacio que los actores políticos ocupan. Como líder de la oposición Zapatero parece inclinado a retomar las actitudes colaboracionistas exhibidas por el PSOE a partir de mediados de 1980 hasta julio de 1982 cuando se esforzaron en demostrar a los gobiernos menguantes de UCD, primero de Adolfo Suárez y luego de Leopoldo Calvo Sotelo, que para llevar a cabo cualquier medida o cualquier proyecto era preciso que establecieran un consenso. La pequeña diferencia estriba en que UCD gobernaba en minoría y además estaba afectada por un proceso acelerado de descomposición que acabaría haciéndola estallar. Ahora el PP, como el PSOE desde 1982 hasta 1989 o 1993 según se cuente, tiene mayoría absoluta y el liderazgo de su presidente es indiscutido. Así que Zapatero carece de la posibilidad que tuvo a su alcance un González creciente de ser conmiserativo con los gobiernos de la época.

Sin embargo, es un dato de experiencia que la mayoría parlamentaria, incluso holgada, para nada resuelve los problemas de soledad del Gobierno. A recordar, por ejemplo, los que aquejaron a los socialistas de González cuando quisieron cerrar las incertidumbres que ellos mismos habían abierto años antes desde la oposición a propósito de la permanencia de España en la Alianza Atlántica. ¡Cómo buscaban acompañamiento! Cuando nos fuimos a Oropesa, España iba bien pero a la vuelta, sin partida de dominó en Quintanilla de Onésimo, se ha perdido el control de la inflación, las hipotecas siguen encareciéndose, se multiplica el déficit comercial, las licencias de UMTS parecen una piñata y el círculo virtuoso del que estábamos tan orgullosos empieza a desafinar. En Telefónica, el desalojo de Villalonga de la presidencia de la compañía ha requerido un tratamiento de choque con anestesia local de más de 4.000 millones de pesetas. Mientras, sobre el delfín preconizado, Rodrigo Rato, se extienden las sombras y los delfines alternativos, tipo Eduardo Zaplana, empiezan a generar rumurología desequilibrante. En Valencia cada día crece más la distancia entre lo que se sabe y lo que se publica. Y cuando esto sucede, una de dos, o el poder aludido en las noticias sotto voce o los medios enmudecidos incapaces de publicar lo verificado están enfermos.

En cuanto al terrorismo etarra, la ronda de asesinatos dispara nuevas exigencias de eficacia mientras algunos pugnan por procedimientos más eficientes. A esa línea se apunta Pedro José Ramírez, para quien "lo único que hoy por hoy puede ayudar a que la situación sea soportable es un buen ajuste legal de cuentas con Thanatos. Es decir, que no haya más víctimas. O que si las hay, no pierdan siempre los mismos. Que matar o incitar a hacerlo no resulte nunca gratis". Se impone hacer oídos sordos a quienes parecen sugerir la vuelta a las andadas y recomendar la lectura de la entrevista con Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, firmada el domingo en Abc por Nieves Colli. Impresiona comprobar cómo las definiciones de la Mafia y de los procedimientos para vencerla se ajustan a la realidad de ETA. Dice Leoluca Orlando que lo decisivo es cambiar la conciencia sobre el problema, que los criminales pierdan el control de la gente. Señala que la batalla es cultural. Luego añade que han golpeado a la Mafia en su poder militar, que han dificultado el desarrollo de su inteligencia política pero que aún resta el problema de su corazón financiero. Aquí también, como en los anuncios de Telepizza, el secreto está en la pasta.

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