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Entrevista:FÉLIX LINARESPERIODISTA Y CRÍTICO DE CINE

"El éxito del cine español es un espejismo, no todos son Almodóvar"

Como muchos niños de su generación, Félix Linares (Bilbao, 1947) vivió sus primeras películas desde la butaca del cine de la catequesis. Tantos años después, sigue entrando en las salas como si emprendiera una aventura. Dos de sus tres décadas de profesión periodística las ha dedicado fundamentalmente al llamado séptimo arte. La voz y el rostro del programa La noche de, que ha cumplido nueve años en ETB, inaugura esta temporada Pasión por el cine. Pese a ver unas 250 películas anuales, asegura que su preferida sigue siendo El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford. Pregunta. ¿Fue primero la afición o vino a través del trabajo?

Respuesta.

Empecé a ver cine de niño, como todo el mundo. Supongo, porque también me gusta mucho la literatura, que lo que me gusta es que me cuenten historias, y si me las cuentan bien es estupendo. Pero una historia que no sea muy buena, si tiene una estructura cinematográfica y con un arriesgado uso de los medios cinematográficos, también me convence.

P. A través de los programas de cine usted también cuenta historias. ¿Las utiliza para suscitar interés por el cine?

R. Yo pertenezco a una generación en la que éramos más analíticos que lo que es ahora el espectador. También, éramos un poco más pijos, la verdad: la nouvelle vague, el cinefórum, Ingmar Bergman y todo aquello, que es tremendo. A mí esa es la parte que más me interesa del cine, pero no voy a negar que hay un interés renacido por él que va en una dirección diferente. Se ha vuelto a recuperar el star system y los que mueven la taquilla son fundamentalmente los actores y actrices. Pocos lo hacen por un director. Trato de conseguir conjugar esa apetencia mía y esos otros puntos de interés para el público en general; ese es el equilibrio que hay que guardar.

P. ¿Puede decirse que ha conseguido el sueño de vivir de cine?

R. No, no se puede. Tengo que trabajar. Mi trabajo es la radio y, afortunadamente, lo hago en las historias que me son más cercanas, las culturales. Lo otro es un capricho. No hay tantos programas de cine, y tampoco vas a estar tú siempre en ellos.

P. ¿Cuál fue la primera película que le impactó de niño?

R. Me acuerdo que me solían llevar mis padres y mi abuela, y me acuerdo particularmente de una vez que me llevaron a un cine de catequesis, en los Capuchinos. Entramos allí y era como la casa de los siete enanitos, pero multiplicado por cientos. De repente, se apagaron las luces [baja el tono de voz y entona con asombro], sale un barco, luego dos ojos tremendos y aparece 20.000 leguas de viaje submarino. Y yo me dije ¡oh Dios, qué es esto!, me quedé pasmado. Esa es una película que me impactó; luego ha habido muchas más, claro.

P. Se habla del cine europeo, del norteamericano, hubo un tiempo en que incluso se aludía al cine vasco. ¿La diferencias son económicas o de calidad?

R. El cine vasco desapareció porque desapareció la industria como tal; una industria que, por otra parte, jamás existió. Es cierto que el cine europeo es muy diferente del norteamericano y que, por generalizar, éste es espectáculo y el europeo, cultura. Pero no es totalmente verdad, porque hay un cine independiente norteamericano, incluso películas absolutamente comerciales, que son una auténtica maravilla; ahí tenemos a Coppola y a Scorcesse. Y luego hay directores europeos que dan la turrada. El problema es que apenas vemos cine europeo. ¿Cuánto tiempo hace que no vemos una película italiana o una alemana? Al final está la cuestión fundamental, que las películas pueden ser buenas o malas, pero no se puede aburrir al público.

P. ¿Cuándo una película puede considerarse buena?

R. Para mí lo son las que tienen cierto rigor cinematográfico y al mismo tiempo cuentan una historia estupendamente. Y en eso hay que reconocer que el cine norteamericano es maestro, nos pongamos como nos pongamos. Yo creo que John Ford era un cineasta estupendo que tenía un rigor cinematográfico magnífico y que contaba unas historias tremendamente atractivas. Apocalyps now, de Coppola, sería una película representativa de lo que le gusta al público. Va muy bien hasta que suena La cabalgata de las valquirias y el enloquecido Robert Duval masacra a los vietnamitas y todo eso. Pero luego empieza Marlon Brando a filosofar, llega la mención continua al horror y se tuerce.

P. ¿Le gusta el cine español? ¿Cree que su éxito es real?

R. Es un espejismo, porque todos no son Almódovar. De repente, gana el Oscar y todo el mundo cree que atan los perros con longaniza, y no es cierto. Sólo tenemos que mirar que en 1999 se consumió un 15% de cine español y en los siete primeros meses de este año se había perdido un 40% de espectadores porque no había películas con el tirón de Almodóvar y algunas más. Hay un cine español; es el de unos productores y directores que hacen unas películas, y luego funcionan o no. Las de los directores consagrados funcionan muy bien; del resto, hay que ver la cantidad de películas que se ruedan al año y que jamás se estrenan o lo hacen de tapadillo.

P. ¿Sigue habiendo prejuicios sobre la mayoría del cine que se hace en España? ¿El público sólo acude a ver películas concretas?

R. Yo creo que sí. Va a ver a Almodóvar porque hay que ir, pero en líneas generales hay un sector muy amplio al que el cine español no le interesa. Los jóvenes, que es el público actual, quiere un determinado tipo de películas. Ahora funciona razonablemente bien Año Mariano, que es una película absolutamente petarda, descalabrada. El hecho de que la película más taquillera de 1999 haya sido Torrente es muy significativo; es una broma.

P. Como lector, ¿qué le parece que novelas de éxito se conviertan en películas? ¿Pierden las historias al trasladarlas al cine?

R. No necesariamente. Hay un ejemplo muy representativo, y es el Nombre de la rosa. A mí Humberto Eco me gusta mucho y su novela me parece soberbia; sin embargo, la película lo es tambien, porque se supo separar lo cinematográfico de lo que no lo era. Se cogió la historia y se filmó estupendamente. Un caso contrario es la adaptación de La costa de los mosquitos. Aunque hay similitudes narrativas, la novela y el cine son medios totalmente distintos y un buen cineasta tiene que saber qué es lo que puede coger de la obra original para trasladarla a la pantalla.

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