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Las elecciones en Líbano pueden marcar el principio del fin del tutelaje sirio

El Gobierno de Damasco mantiene desplegados 35.000 soldados en el país vecino

ENVIADO ESPECIAL¿Ha jugado Bachar al Assad, el flamante nuevo presidente de Siria, a aprendiz de brujo? Habrá que esperar a los resultados de la segunda fase de las elecciones legislativas en Líbano, que se celebra hoy, para dar una respuesta. El escrutinio de la primera parte, que tuvo lugar hace una semana, arroja, sin embargo, un resultado que, en caso de confirmarse, complicaría el padrinazgo que el Gobierno de Damasco ejerce actualmente sobre su vecino occidental, un país en el que mantiene desplegada una fuerza de 35.000 soldados.

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Mayoría de 19 escaños

Por tercera vez desde que en 1990 concluyó la guerra civil, los libaneses eligen a sus 128 diputados mediante un complejísimo sistema en dos fases que otorga la mitad de los escaños a candidatos cristianos (en su mayoría maronitas) y la otra mitad a musulmanes (sobre todo suníes y shiíes, aunque también hay bancos reservados para drusos y alauíes). El presidente de la república, Emile Lahoud, un maronita, designará después al primer ministro, un cargo reservado para un suní.La campaña electoral, de una violencia verbal inusitada, ha dado pie a que la oposición denuncie la intromisión de los omnipresentes servicios secretos -libaneses y también sirios- en la formación de alianzas electorales o la financiación de la propaganda de candidatos afines al poder que ostentan Lahoud, su primer ministro, Selim el Hoss, y el titular de Interior, Michel Murr. "Los servicios del Estado libanés y sirio presionan en todas las etapas del proceso electoral", denunciaba un comunicado de la Asociación Libanesa para las Elecciones Democráticas (ALED).

A pesar de las presiones, no ha habido hasta ahora pucherazo. El desenlace de la primera parte de la consulta, aceptado sin rechistar por todos los contendientes, arrojó el lunes una sorprendente victoria de la oposición, pese a que tres partidos cristianos habían pedido a sus seguidores que boicotearan las urnas. Encarnada por el ex primer ministro Rafic Hariri y el líder druso Walid Jumblat, la oposición arrebató el 52% de los escaños. Es más, algunos candidatos conocidos por su hostilidad a la presencia siria como Boutros Harb o Albert Moujeiber ganaron holgadamente en sus circunscripciones.

Su éxito en las urnas fue posible porque Bachar, el jefe del Estado sirio que "heredó" en julio el cargo al morir su padre, "quiere que sus primeras elecciones libanesas no sean un fracaso y no estén amañadas", escribía Rozana Abu Monsef en el diario beirutí An Nahar. "Pese a las maniobras para constituir algunas alianzas electorales, se preocupó de otorgar un margen al pueblo para que vote por los dirigentes de la oposición", añadía. Esta preocupación del joven presidente puede reportarle ahora algún disgusto.

"El mensaje es claro: los electores han rechazado las interferencias de los servicios de espionaje en la vida civil", declaró Jumblat tras la victoria. "Nuestro bloque parlamentario apoya a Hariri para la presidencia del Gobierno". "El presidente Lahoud debe aceptar esta nueva realidad", concluyó.

Hariri, un multimillonario suní que ya gobernó el país durante seis años, es considerado como el artífice de la reconstrucción de Beirut, devastado por la guerra; una obra de gran envergadura que supuso para Líbano endeudarse en 21.000 millones de dólares (casi cuatro billones de pesetas), el equivalente del 140% de su PIB. Abandonó su cargo hace dos años, tras enfrentarse a Lahoud, que logró sentar en el banquillo a algunos colaboradores del primer ministro acusados de corrupción.

El enfrentamiento entre los dos hombres ha alcanzado ahora tales proporciones que Lahoud y su ministro del Interior han dedicado buena parte de los programas informativos de Tele Liban, la cadena pública, a arremeter contra Hariri, que les respondía desde Future, su propia emisora. Alarmado por la virulencia de los ataques, Bachar el Assad intervino, según la prensa libanesa, para apaciguar los ánimos.

Para rematar su éxito, Hariri debe hacerse hoy con la mayoría de los 19 escaños de Beirut que disputa a la lista encabezada por Selim el Hoss, el primer ministro que Lahoud nombró cuando echó al multimillonario. Pese a la deuda acumulada, su etapa al frente del Ejecutivo es recordada por muchos libaneses como la de una relativa prosperidad, cuando Líbano crecía a un 8% anual. Ahora su economía está estancada.Si, como parece probable, Hariri gana de nuevo y accede a la jefatura del Gobierno, Siria tendrá que volcarse para evitar que la animosidad entre presidente y primer ministro paralice a Líbano. Al Kifah al Arabi, un diario prosirio, advertía esta semana del riesgo de que se produzca "una crisis entre los dos polos del futuro poder".

El otro riesgo que corre Bachar es que el despliegue de su Ejército, hasta ahora sólo cuestionado por algunas formaciones cristianas, se convierta en un tema de constante debate, restando legitimidad a su presencia. Varios de los diputados elegidos en la lista encabezada por Jumblat, e incluso el propio líder druso, pidieron durante la campaña un "reequilibrio" de la relación con Siria, es decir, que aligere su tutela sobre Líbano ahora que Israel ha evacuado ese 10% del país que ocupaba. Damasco no parece dispuesto a soltar esa baza.

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