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LAS CLAVES DE LA SEMANA

Un prelado anacrónico

Como en los habituales episodios no tan lejanos del nacionalcatolicismo, monseñor Manuel Ureña, obispo de Cartagena y natural de Albaida, aprovechó la homilía con motivo de las fiestas patronales de Vallada para poco menos que beatificar al presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de la villa, Francisco Giner. Incluso pidió un aplauso para el edil. Se agradecía así, al decir de las crónicas, una partida de 500 millones de pesetas de los presupuestos de la corporación destinados a la restauración de iglesias. Como en los mejores tiempos, con los que sin duda se siente identificado el citado prelado, digno de figurar en la galería eclesiástica que Enrique Miret Magdalena ha descrito en sus memorias y que creímos renovada (la galería, digo) por la ventada democrática. Por fortuna para la grey creyente, estas actitudes no menudean y en este caso ha sido criticada por algún sacerdote alejado de gestos trasnochados. Sólo ha faltado que el sermón laudatorio hubiera sido en latín, como gusta a monseñor.

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