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Tribuna:AREA LIBREADICCIONES DE UN HIJO DEL SIGLO
Tribuna
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¡Más petardas!

A los mandamases de este periódico les habré fallado. Atendiendo a la cariñosa pero ya enojosa expectación que ha despertado mi lucha contra el tabaco, solicitaban ellos 30 artículos describiendo estos avatares, pero yo no soy madre Teresa de Calcuta -ni ganas, ¡cuán fea era!- ni tengo espíritu redentorista como algunos de mis compañeros, que más que escritos hacen sermones. Y si bien expuse lo frustrado que me sentía por caer de nuevo en el error, y la lucha que de ello se derivaba, opté por decidir que cada uno es dueño de sus actos y que yo no soy nadie para aconsejar a los demás... máxime cuando tanto consejo necesito. De manera que he pasado el atroz agosto haciendo cantatas a la gente que me gusta y dejando asomar mi indignación por cosas que me escandalizaban -vocablo tan caro a Pasolini-, desde las agresiones de ese individuo de Roma, el Wojtyla, a los incontables cretinos que han poblado nuestras televisiones bajo el celestinaje, entre otros, de una tal Ely del Valle, nueva sacerdotisa del cotilleo más abyecto.Aquí pudiera decirme algún purista: "Cuidado, enanito: también era una gran cotilla Marcelina Proust, y ya ves lo que le salió...". Esto sería una verdad a medias; es cierto que la Recherche no la escribe una mariquita discreta, pero el genio es el genio y una cosa es escribir una obra maestra contando secretillos de Oriana de Guermantes y el señor Swan y otra llenar la tarde de los españoles con gente como Lauren Postigo y una pandilla de horteras que, para colmo, tienen opinión. Y no es sólo eso: es que, además, la expresan a voz en grito, aprovechando que en este país no existe la pena de muerte. Bueno, sí que existe: ellos son la pena de muerte para el ciudadano sensible.

Aquí empieza el verdadero escándalo de estos tiempos largamente anunciados: en la idiotez que nos domina. Y cuando Umbral declaraba en un curso veraniego que España está hundida por culpa de Internet, estuve a punto de sugerirle que abandonase por un momento el Madrid de Larra y decirle: "Pues yo doy gracias a Internet porque durante un mes he podido escapar a los horrendos contubernios de las playas manchadas de MacDonald's, a los engendros televisivos, a los chismes de la futbolería y sumergirme en la Británica, en los grandes museos, en las excavaciones de Gizeh, en las páginas de cine mudo o en los excelentes espacios de egiptomanía del señor Barahona. ¿Que otros pierden el tiempo preguntando chorradas al Pisha del Gran Hermano? No lo dudo. Pero también sé que, si en el cielo todos seremos iguales, en la tierra todavía hay clases.

Afirmo que la estupidez, la mediocridad, lo antiguo, se ha producido fuera de Internet, desde los saraos de Mallorca y Marbella hasta esa especie de fregona reciclada a quien el torero Jesulín No-Sé-Qué tuvo la mala idea de hacerle una niña. Y lo de mala idea no lo digo por la criatura, santita mía, sino porque ha dado ocasión a que la ordinaria señorita se haya paseado por las teúves contando todas las intimidades de una familia que tampoco puede considerarse el paradigma de la intelectualidad sofisticada. Vamos, que al lado de toda esta tropa la misma Carmelilla Ordóñez es la difunta Begum Yvette, paradigma de la elegancia para Boris y para mí.

¿Que Internet tiene la culpa de la idiotez que nos invade? ¡Por Dios, señores! Los idiotas no flotan en la red. Los idiotas están entre nosotros. Más trágico aún: son los monstruos producidos por el sueño de nuestra razón anémica.

http:// www.terencimoix.com

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