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Tribuna:ViajesEn busca del mogollón
Tribuna
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ERMITAS Y ENDEMONIADOS

- Ocurrió en Morella. Morella. Ciudad emblemática de la última guerra carlista. Fue lo que Bilbao en la primera guerra carlista. Los malos la tenían rodeada, pero no pudieron entrar nunca. En la primera guerra carlista sí que entraron. El general Cabrera -un psychokiller carlista; si hubiera sido oficial en Vietnam, Apocalypse Now duraría ocho horas más- estaba obsesionado por poseer esa ciudad liberal. Después de muchos intentos, finalmente consiguió entrar en Morella. Para ello utilizó su ingenio y un cagader a vol; es decir, el agujero de una comuna. De esta bella historia se desprende que cuando uno desea con fuerza algo y lo consigue, en el trance acostumbra a llenarse de mierda, hermanos. Bueno. Me encuentro en Morella con Sergio Beser. Filólogo, un ficha en siglo XIX, especializado en Clarín -en Los Mares del Sur, de Vázquez Montalbán, un personaje lo define así: "Sabe tanto sobre Clarín que, si Clarín volviera a nacer, le mataría"-. Morellano full-time, en su casa tiene un grabado de Cabrera colgado del revés. Ha editado un libro con textos que diversos escritores que en el mundo han sido han dedicado a Morella. En una segunda edición de ese libro igual sale mi frase histórica dedicada al tema, formulada durante la ascensión por una de las empinadas calles de esta ciudad-estado (tibetano): "Uf, debo dejar de fumar". Bueno. Sergio Beser me mete en su coche y nos vamos por la comarca. A ver otra Mare de Déu. Es decir, otra región de la realidad. - Mogollón 'gore'. Vamos a ver la ermita de la Mare de Déu de la Balma. Moc-moc. Una balma es una cueva. Se trata de una cueva alargada, en la que hace la tira se edificó una ermita dedicada a una Mare de Déu. Las Mares de Déu se integran plenamente en el sector servicios. Cada una tiene una serie de superpoderes. La de la Balma estaba especializada en exorcismos. Algo muy útil cuando el mundo estaba lleno de endemoniados, y menos útil cuando la medicina propuso que el término médico de la cosa era epilepsia. Según me explica Dostoievski y el amigo de un amigo de un amigo, usuario de la epilepsia, cada ataque viene precedido por unos instantes de lucidez, en los que, de pronto, el mundo encaja. La pieza que faltaba y que le da un sentido cabal y total al conjunto, lamentablemente desaparece tras el ataque. Igual esa pieza era el diablo. Lo cual tiene su parte de razón. Miren a su alrededor. Si todo esto encaja, es cosa del diablo. O de la prensa amarilla. Lo cual nos remite, otra vez, al diablo. Bueno. A esta ermita, hasta los años treinta, venían grandes romerías. Se juntaban 12.000 personas. Querían ver o dejar de ver al diablo. A los endemoniados les ataban un cordelito en cada dedo. Tocaban una campana, entonaban cantos y esperaban a que el demonio saliera de los cuerpos de los epilépticos. Salía cuando los diez cordeles se liberaban. De estas escenas de documental del National Geographic en Haití, el periodista Alardo Prats publicó, a finales de los años veinte, uno de los mejores reportajes del periodismo peninsular. La cosa apareció en El Sol o en La Mañana -ni idea-, y luego en volumen, bajo el título de Tres días con los endemoniados. La España desconocida y tenebrosa. Quizá lo de la Balma era exactamente eso. Entramos en la Balma.

- El demonio, a su paso por la tierra. Es una ermita curiosa. Desde la última guerra ya no se ha hecho servir para curar endemoniados. Al parecer, la ermita ha perdido especialización, y ha optado por ser canal generalista. Lo más llamativo es un rincón repleto de exvotos, acompañados de notas en las que se da un agradecimiento a la Mare de Déu de la Balma. Los exvotos esos indican que el mundo no encaja. Quizá sólo encaje gracias a una pieza, que es el mal. Exvotos / catálogo del mal: trajes de novia a gogó -sus donantes agradecen a) una boda, o b) un divorcio-, muchos sombreros de marinero que ha hecho la mili y da las gracias por haber vuelto entero. Una bandera de la ONU, utilizada en Bosnia. Muchas fotografías de familias. Varias prendas de ropa interior usadas y, glups, sucias. Cartas. Como un texto absolutamente desesperado, en el que una mujer pide no sufrir más en ningún embarazo. El mal es sencillísimo. Todo el mundo lo localiza. Pero todo el mundo lo localiza en diferentes sitios. Antes en endemoniados; ahora, en ropa interior. O en la ONU. O en la mili. La vida es un lío.

- La tierra gastada. Nos vamos. Vemos una baldosa que atestigua que la Balma fue cuartel general en tiempos del general Cabrera. Luego, vemos la Pobleta, quizá el pueblo más veces destruido por guerras en toda la historia de la arquitectura. Luego, la destrucción de una carretera inacabada. La función del mal que antes hacía la guerra, en el primer mundo igual la desempeña la incompetencia. Yo qué sé. Mañana me voy a otro mogollón.

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