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VERANO 2000

'Cuentacuentos', palabras en estado puro

Las calles de Cádiz acogen hasta el próximo sábado el tercer Encuentro de Narración Oral Escénica

Aunque el arte de narrar cuentos pase por ser el hermano pobre del teatro, construir sobre el escenario una historia con la voz como único recurso, sin tropa, sin máscara, vestuario o decoración, no parece empresa fácil. Es algo que vuelve a evidenciarse en el III Encuentro de Narración Oral Escénica que fue inaugurado ayer en Cádiz, una iniciativa de la asociación andaluza La Calleja que reunirá hasta el próximo sábado a medio centenar de cuentacuentos de la más diversa procedencia.La primera consigna es transgredir los estrechos límites del espacio teatral clásico: tomar la calle. Como ocurre en los países árabes, donde esta tradición nunca se interrumpió, al público asiduo se suman los transeúntes que se dejan atrapar y olvidan su destino sometidos al embrujo de la palabra en estado puro.

Los gestos forman parte de la expresión corporal, pero los mejores narradores no abusan de ellos. Un movimiento del brazo, un dedo extendido, una mueca pueden ser suficientes para cautivar la atención del público y canalizarla hacia la palabra. "Es lo más importante, aunque se enriquezca con gestos y con silencios", explica Paloma García, una de las impulsoras del encuentro. "El objetivo es que sea el propio espectador quien forme sus imágenes".

Los cuentos que se escenifican tienen orígenes diversos. Algunos son leyendas populares que recrean reinos de hadas, otros son relatos cortos de autores contemporáneos, y algunos forman parte incluso de un tesoro cultural de origen desconocido. Sin que nadie sepa quién los inventó, circulan en festivales y talleres, se transmiten de boca en boca, fundamento de una tradición oral que incluso se ha asomado a la programación de cadenas de radio comerciales. En cualquier caso, la autoría es un hecho que se diluye sobre el escenario. "El autor no es trascendente, porque el narrador debe dar su propia personalidad al relato. Galeano, Benedetti o Mastretta acaban siendo irreconocibles", añade García. "La intención que se le dé será el secreto del éxito".

No todos los cuentos son libres. Cada narrador tiene su repertorio, sometido a tácitas reglas de copyright. La ética profesional prohibe repetir, sin permiso, relatos que otro narrador ha oralizado, es decir, a cuyas frases y diálogos ha dado el toque necesario para cautivar al espectador. García lo aclara: "Está prohibido copiar la forma de contar".

Cádiz ha venido siendo una de las ciudades más activas en el panorama del cuentacuentos. Fue el trío Shamán la primera compañía aficionada que empezó a tomarse en serio el arte de contar tras pasar varios seminarios de narración oral escénica, nombre con el que el dramaturgo cubano, Francisco Garzón, rebautizó esta práctica inmemorial. Desde 1994, el bar Albanta acoge cada jueves -excepto en verano- actuaciones. Los veteranos integrantes de La Calleja, aunque la mayoría no supera los 30 años, trabajan para ampliar los horizontes de esta bella cultura: imparten cursos y organizan encuentros y festivales.

Para Pepe, un joven actor del grupo jiennense Malión, estas citas disfrutan de "un ambiente genial", y "aunque el público suele ser más receptivo a temas localistas, básicamente es siempre el mismo". Según este cuentacuentos no existen temas o corrientes hegemónicas. Una diversidad que explica alegando que se trata de "un fenómeno universal, originario de una base común que goza de matices según las personas. Hablamos de historias que, muchas veces, llevan siglos contándose".

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