El BOLSHOI PRESENTA UNA 'GISELLE' VESTIDA POR GIVENCHY A punto de cumplir 225 años, el arte del ballet del mítico teatro de Moscú desembarca hoy en el Festival Internacional de Santander con dos de las mejores bazas del repertorio del siglo XIX: 'Giselle' y 'La bella durmiente'. María José Díaz de Tuesta
Las dos actuaciones elegidas para su representación en Santander muestran la inquietud del ballet por aunar la pátina clásica y academicista con el espíritu contemporáneo. En La Bella Durmiente, que cuenta los amoríos de la princesa Aurora y del príncipe Desiré, con música de Pyotr Chaikovski, la tradición clásica que les ha dado la fama mundial se mantiene intacta. Entre otras cosas, porque es muy difícil cambiar para mejorar algo del libreto de Marius Petipa, según el director gerente del Teatro Bolshoi, Mickal Tsivin.En cambio, el Bolshoi se arriesga con una nueva versión de Giselle. En la obra del compositor francés Adolphe Adam (1803-1856) que narra la historia de una joven campesina, el ballet ruso explora nuevos caminos al imprimir en pequeñas escenas un mayor dinamismo y dramatismo que en otras adaptaciones. "Demostramos que las posibilidades del Bolshoi no tienen límites. Nuestros artistas cuentan con un repertorio muy amplio y pueden dedicarse tanto a obras clásicas como modernas, aunque nuestra prioridad siga siendo la danza clásica", añadió Tsivin. Hay otro detalle con el que quizá este ballet quiera mostrar una intención renovadora, como es la de elegir al exquisito modisto francés Givenchy para vestir a los bailarines de Giselle.
Algunos de los 212 bailarines que actuarán en Santander (hoy y mañana representarán La bella durmiente y el sábado y el domingo, Giselle) se presentaron ayer por la mañana en una sala del palacio de festivales. Son valores todavía muy jóvenes -pero ya solistas de fama mundial como Andréi Uvarov y Nikolái Tsiskaridze (que encarnan al príncipe Desiré) y Anastasia Goriacheva e Inna Petrova (las giselles) y Svetlana Lunkika (la princesa Aurora)- que en un futuro pueden llegar a ser tan célebres "como Nureyev o Maya Plisetskaia", según vaticinaba Tsivin. El director nombró precisamente a dos de las grandes glorias del Bolshoi que un día tuvieron que abandonar el ballet ruso por su precaria situación. Porque estos bailarines dotados de "alma eslava", que se caracteriza por el intimismo, han sido la cantera que ha alimentado a los grandes ballets del mundo como el American Ballet.
Mucho se ha hablado de la crisis económica y la fuga de bailarines que afecta al Bolshoi, hasta se ha especulado con su desaparición. El principal teatro de ópera y ballet fue durante años la joya de la cultura rusa y, al igual que las hazañas en la conquista del espacio, era utilizado como propaganda para demostrar las ventajas del sistema comunista. El director gerente negaba ayer que sus bailarines quisieran abandonar el barco y trató de alejar cualquier duda sobre su continuidad. "La última escapada es de 1979 y nadie de los que están ahora me ha pedido irse, todos se quedan en Moscú; antes los bailarines buscaban la libertad y se veían obligados a buscar otros caminos para realizarse como artistas, pero ahora no es el caso". Aun así, otra amenaza pesa sobre el Bolshoi. Su opulento edificio se encuentra en un estado ruinoso.
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