Incendios forestales
Sobre el cielo raso de la tarde flota una amenazadora sombra. Las niñas suben al porche e interrumpen nuestra lectura. ¿Humo? En el cercano mirador del Forestal, unos cuantos curiosos hacen guardia, impotentes. La columna negra se alcanza a distinguir en el horizonte a unos 60 kilómetros de nuestra roca. El viento trae ceniza y desánimo. Entre los paisanos, un forestal ya jubilado, hombre de charla siempre amena e instructiva, a quien encuentro a menudo en mis paseos, observa con gesto sombrío. Le gusta compartir sus amplios conocimientos y sabe dosificar su cátedra. Se acerca y me dice: "Los incendios se apagan en invierno". Mi hija pequeña mira horrorizada; ¿arderá el pinar durante todo el otoño? Mi amigo no habla de oídas. Él recuerda el sistemático trabajo de las cuadrillas; desbrozando, limpiando, podando, abriendo nuevos cortafuegos y nuevos caminos de acceso y conservando los ya existentes. En aquella época no había medios tan sofisticados de extinción, pero se trabajaba de firme durante todo el invierno y parte de la primavera en la prevención. Después lo supimos, 4.000 hectáreas de pinar aún arden en Pareja, en lo que ya se califica como el incendio más devastador de la provincia de Guadalajara. Algún estúpido imprudente habrá puesto la chispa; la desidia de nuestras administraciones ha permitido que crezca, amenazadoramente, la mecha. En las comarcas del Alto Tajo, donde mi amigo Luis fue forestal, los pinares dieron resina para la industria, fueron lugar donde pastaron los rebaños, se explotó racionalmente su madera, dieron puestos de trabajo con sus labores de repoblación y mantenimiento, y aún guardan multitud de riquezas, que paisanos como Luis saben explicar a quienes quieran escucharlos. Pero la terca realidad es que en medio del abandono, estos municipios se dividen en dos: los que ya han tenido una gran catástrofe forestal, y los que van a tenerla.- Luis Martínez Ros. Ciruelos del Pinar, Guadalajara.
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