Los rusos pierden el miedo
Putin en la playa
El naufragio del Kursk ha demostrado que la estrategia anunciada por el presidente Vladímir Putin dirigida a que Rusia recupere su condición de gran potencia simplemente no tiene ningún asidero. Ha quedado en evidencia lo que ya se sabía: la crónica falta de dinero, la mala preparación de los marinos y de todos los militares, la ausencia de destacamentos esenciales (como buzos de profundidad). También ha mostrado que los rusos han terminado de perderle el miedo a Putin. La prensa se ha expresado libremente y ha tratado con extremada dureza al presidente. La política de Putin ha reventado como una pompa de jabón. Ya nadie piensa que Rusia tenga la más mínima posibilidad de recuperar el papel que antes desempeñaba la URSS. Pero ahora el presidente tratará de volver en su favor esta circunstancia y seguramente pedirá al Parlamento una mayor financiación para las Fuerzas Armadas. Además, quizá aproveche el hundimiento del Kursk para cortar algunas cabezas. El primer candidato es el ministro de Defensa, Ígor Serguéyev. Hace tiempo que se pronostica la caída del mariscal Serguéyev, sobre todo después de que perdiera la batalla en torno a la reforma militar. Serguéyev quería crear unas Fuerzas Nucleares de Disuasión que agruparan a todas las unidades que tienen armas atómicas y en las que las Fuerzas Estratégicas de Misiles (FEM), es decir, los misiles terrestres, desempeñaran el papel principal. Pero el presidente se ha inclinado a favor de los planes del Estado Mayor, que propone reducir la importancia de las FEM y apostar por las convencionales.
Ayer se decía que Serguéyev era el culpable de que Putin se hubiera quedado en la playa, porque le había aconsejado no interrumpir sus vacaciones. Esto puede ser un indicio de que el mariscal quizá ya haya sido elegido como chivo expiatorio. Sin embargo, el mismo Putin dijo que desde un primer momento Serguéyev le había dicho que prácticamente no había posibilidades de salvar a la tripulación. Así es que Putin se quedó jugando tenis y practicando esquí acuático en Sochi. La prensa y los políticos han llegado hasta insultar al presidente por su indiferencia de los primeros días. Pero, si bien es cierto que eso ha dañado su imagen, difícilmente su popularidad se verá reducida a las mínimas cotas que tuvo Borís Yeltsin. Putin está tratando de corregir la situación, y los rusos, en el fondo son muy sentimentaless. Las declaraciones compungidas del domingo han dado resultados; muchos las interpretaron como un mea culpa y ya le han perdonado. "Se equivocó. Pero tiene buen corazón. Se le notaba en la cara cómo estaba sufriendo por nuestros marineritos", comentó Vera Petrovna, una jubilada y portera.
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