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La propuesta del laborista Barak de dotar a Israel de una Constitución crispa a los partidos religiosos

El primer ministro de Israel, el laborista Ehud Barak, ha puesto en marcha una revolución laica, justo cuando más necesita los votos de los partidos religiosos, al proponer la redacción de una Constitución al servicio de todos y capaz de garantizar la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Esta idea ha provocado la reacción inmediata de los ultraortodoxos, quienes la tildaron de "declaración de guerra cultural", pues para ellos la única ley suprema es la Torá (el Pentateuco).Barak reveló ayer, en su reunión semanal de Gobierno, que someterá en el plazo de un año a la aprobación del Parlamento israelí un proyecto de ley para eleborar una Carta Magna. Por ello ha creado una comisión integrada por tres ministros: Yosi Beilin (Justicia), Shlomo Ben Ami (Seguridad Interior y Exteriores) y el rabino moderado Mijael Malchior (Diáspora). Barak basó la defensa de su propuesta en la necesidad de impulsar la sociedad civil, al tiempo que prosigue el proceso de paz.

En medios políticos israelíes se especulaba ayer con el momento elegido por Barak para efectuar este polémico anuncio; éste podría significar, sostienen, que el primer ministro ha llegado a la conclusión de que es casi imposible alcanzar un acuerdo de gobierno con los partidos religiosos y que se decanta por unas elecciones anticipadas.

El líder político del partido ultrarreligioso sefardí Shas -el tercero en importancia numérica en Israel- afirmó ayer que "la iniciativa de Barak para una Constitución pondrá en peligro los valores judíos del país, desencadenará una guerra cultural y causará una enorme ruptura en el pueblo". El Shas es el partido clave que puede garantizar la gobernabilidad a Barak con el actual reparto de escaños. El diputado Moshé Gafni, del partido ultrarreligioso Judaísmo de la Biblia, fue más lejos al decir que "la propuesta de Barak es irresponsable y va a herir de muerte a Israel".

Esta lucha entre laicos y ultrarreligiosos lleva años manifestándose en la celebración del shabat, el descanso sabático para los creyetes, y en el que los ultrarreligiosos tratan de paralizar el país. "Dios creó el mundo en seis días, y el séptimo descansó", dicen los religiosos citando el libro bíblico del Génesis para defender sus tesis.

En Israel, el primer día de la semana es el domingo, y el sábado no hay autobuses, ni tiendas abiertas, ni cines. En Jerusalén, donde al menos la tercera parte de la población es religiosa, tampoco funcionan -salvo unas pocas excepciones- las cafeterías o restaurantes, muchos de los cuales sí abren en las ciudades más laicas, como Tel Aviv o Haifa.

Los ultrarreligiosos de Jerusalén suelen insultar e incluso agredir a mujeres que trabajan en zonas próximas a sus lugares de residencia y que "no visten con modestia", es decir, cuya falda no les cubre las rodillas y cuyas mangas no les tapan los codos.

Los grupos religiosos más extremistas -que integran los llamados haredim, palabra hebrea que significa temerosos de Dios- incluso han creado el llamado Comité de Castidad, que suele atacar a hombres y mujeres israelíes que, en su opinión, "cometen actos inmorales". Miembros del Comité de Castidad han incendiado recientemente la casa de un grupo de suizas católicas que vivían cerca del barrio religioso de Mea Shearim, de Jerusalén, de quienes sospechaban que eran misioneras que se proponían convertir a judíos al cristianismo. La semana pasada fue incendiado el séptimo prostíbulo de Tel Aviv en tan sólo siete días, en el que murieron cuatro mujeres; se sospecha que sus autores fueron ultrarreligiosos.

Hace algún tiempo, el Comité de Castidad dio a conocer un comunicado en el que recordaba a "las hijas de Israel" que no lleven faldas ni vestidos hechos con tela de vaqueros, "esas prendas de los pecadores del lejano Oeste", que también consideran indecentes.

Además, por imposición religiosa, en este país la mayor parte de la comida es kosher, o sea, apta para el consumo de acuerdo con el complejo ritual religioso judío relativo a los alimentos.

En Israel tampoco existe el matrimonio civil y las parejas están obligadas a casarse con un rabino y "según la ley de Moisés e Israel", como se dice en las bodas. En los colegios religiosos se niegan a enseñar la ley de la evolución de Darwin, "puesto que el mundo fue creado por Dios".

La religión judía estipula, a través de sus 613 leyes (cuyo conjunto corregido, aumentado y explicado se llama en hebreo Halajá) lo que una persona de esa fe ha de hacer y no hacer desde que se levanta hasta que se acuesta.

Por todo esto, los judíos religiosos y los laicos de Israel están condenados a no entenderse. Más aún, si se tiene en cuenta que los ultraortodoxos se consideran obligados por ley divina a "salvar el alma" de todos y cada uno de los judíos, lo deseen o no.

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