Huyan de ellos
Estos días, viajando de forma un poco compulsiva, he conocido a mucha gente que vivió en Madrid y que hoy vive en el campo o en una ciudad de provincias. Todos te dicen lo mismo:-Una vez que te deshabitúas de Madrid, no vuelves ni loco a esa ciudad.
La insistencia me llamaba tanto la atención que por las noches, en los hoteles, me ponía a darle vueltas al asunto y en seguida llegué a la conclusión de que utilizaban el término "deshabituar" en el sentido de "desintoxicar".
Podríamos, pues, decir que se trataba de gente que había sido adicta a Madrid, como se es adicto al tabaco o al alcohol, y que lo habían dejado por escrúpulos morales o quizá porque el médico les había dicho que Madrid perjudicaba seriamente su salud. Algunos lo habían dejado también porque al volverse vegetarianos consideraban que era incompatible una cosa con otra, aunque Madrid, como todos sabemos, está lleno de vegetales. Y de minerales. Hablé con muchos que habían dejado Madrid porque no tuvieron más remedio, pero en la memoria lo habían convertido en un hecho heroico.
-Un día estaba en un atasco y, cuando la fila empezó a moverse, se me caló el coche y un imbécil me llamó idiota. De modo que me dije que hasta aquí habíamos llegado y me fui.
Todos cuentan alguna historia así porque a todos nos gusta ser los protagonistas de nuestras vidas, ya que no somos los protagonistas de la vida de nuestras esposas. Pero cuando investigas un poco te enteras de que fue el jefe de personal de la empresa en la que trabajaban quien decidió que éste se trasladara a Sevilla y aquel otro a Palencia. Es decir, que en el mejor de los casos somos los protagonistas de la vida del jefe de personal de nuestra empresa. Algo es algo.
Con esto no digo que no exista gente que lo haya abandonado todo para irse al campo a escardar cebollinos.
Sé de varios que vendieron sus propiedades urbanas y viven de un pequeño huerto y de los huevos que ponen sus propias gallinas. Pero se trata de un conocimiento teórico. En la práctica, no he logrado que me presentaran a ninguno de estos héroes, pese a que los he buscado con ahínco para escribir sobre ellos, pues uno vive de escribir sobre gente difícil.
Quedamos, pues, en que he visto estos días mucha gente que se ha deshabituado de Madrid, aunque son incapaces de hablarte de otra cosa.
-¿Conoces esa bodega que hay en Costa Rica esquina a nomeacuerdoquecalle, pero a la altura de donde vivían mis suegros?
-Esa bodega ya no existe- mientes tú para fastidiar-. Ahora es una iglesia.
-Pues en esa bodega compraba yo el ron Matusalén, que es el mejor ron del mundo.
-Ya.
-Oye, ¿sigue estando en Quevedo aquella librería especializada en libros de viaje?
-No, ahora es un sex shop.
-Vaya. ¿Y cómo es la M-40? Cuéntame cómo es la M-40.
Tú le cuentas cómo es la M-40 sin introducir ningún dato fantástico, porque la M-40 es fantasía pura y ves que se queda embelesado, como cuando a un exfumador consigues transmitirle cómo sabe un Marlboro.
Cuando lo del atentado de la calle Platerías estaba yo en el campo, en casa de unos amigos completamente deshabituados de Madrid, y todos, sin excepción, habían pasado por la calle Platerías alguna vez en su vida anterior.
-En la calle Platerías tenía yo una novia -decía uno.
-Y yo un novio- decía otra.
-Yo no la conozco-añadía yo por fastidiar-. Creo que nunca he pasado por la calle Platerías.
Todos me miraban horrorizados como si hubiera dicho que no reconocía una parte de mi cuerpo. Y es que hablaban de Madrid con la pasión con la que otros hablan de su cuerpo. No es que se hubieran deshabituado, pues, sino que se habían descorporizado, si pudiera decirse así.
Existe el término desalmado para los que pierden el alma. La gente que se ha ido de Madrid ha perdido el cuerpo.
Se puede vivir en el campo, pero no se puede vivir sin cuerpo. Por eso no hablan de otra cosa. Huyan de ellos.
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