CYBERMOGOLLÓN
Si hoy es sábado, esto continúa siendo Ibiza. O Eivissa. O Eivissa e Ibiza. O todo lo contrario. En todo caso, con Londres y Berlín, el meollo europeo de la música 'techno'
- El azar a primera hora de la mañana. Esta historia empezó este invierno. Sitúense. Inverno. Llueve. Las señoritas llevan faldas oscuras con rajote lateral. Algunas llevan la falda tan minimal que la única explicación posible es que antes de salir de casa se toman un chupito de anticongelante. Van Gaal atemoriza a las masas. En Moscú se celebra el exchecheno un millón. La mujer de Al Gore ensaya sonrisas gore ante el espejo, con vistas a la convención demócrata que se celebrará dentro de unos meses. José Bono encarga en secreto al sastre varios uniformes de secre general del PSOE. En eso yo me levanto de la cama y me voy a tomar un cortadete a donde siempre. En donde siempre suena una música extraña. Es fascinante. Lo cual quizá no significa nada. Un fuego también es fascinante, una región del fuego son las cerillas y nadie puede consagrar su vida a encender cerillas. Salvo el tonto de mi pueblo. Cuando uno se enfrenta a algo fascinante, por tanto y muy posiblemente, utiliza unas arrugas del cerebro que también tiene el tonto de tu pueblo. Todos, en fin, tenemos en el cerebro las arrugas de un tonto de pueblo. Bueno. Pregunto que qué ponen. Me dicen que Café del Mar. Busco en la red Café del Mar. Se trata de un café en Ibiza. En Sant Antoni. Los turistas madrileños lo pronuncian San Anthony, los ingleses lo denominan beach y los eivissencs Santantoni. En ese café echan música ambiental. Una cosa rara, sensible de ser bailada, tarareada o escuchada con la cara que uno pone cuando ve llover y piensa en otra cosa. O con la cara del tonto de tu pueblo cuando enciende una cerilla. Una cara que se parece a la cara de todo el mundo cuando enciende una cerilla por placer. Café del Mar ha sacado chorrocientos discos. Del DJ residente y de sus amigotes. Es música perpleja. Esos discos se han vendido como polos por todo el mundo. En el trance de ser escuchados en todo el mundo, todo el mundo ha encendido alguna cerilla y ha visto fascinado la belleza de esa cerilla. Bajo música/cerillas de la red. Compro algún disco. Y me paso el invierno ante las cerillas del Café del Mar. He de decir que nunca he vuelto a escuchar la canción que escuché por primera vez, en la cafetería. La red se parece a la realidad en que cuando buscas algo, encuentras algo muy parecido a lo que buscas, pero quizá no lo que buscas. Llegados a este punto, me enciendo un pito, contemplo la cerilla hasta que se me quema un dedo, como el tonto de mi etcétera. Y me voy a otro párrafo. - La magia es, en el fondo, trucos. Ya que estoy en Eivissa, o en Ibiza, o en la beach, cojo un taxi y me voy a Sant Antoni. Tardo una hora en coger un taxi. Y 20 minutos en llegar a Sant Antoni. La taxista me dice que no hay taxis. Que los taxistas son cuatro gatos. Que en invierno no se comen un quiqui, que en verano trabajan 12 horas, que ve a su marido para decirle, toma, las llaves, y así tres meses. Y que "vivimos como el tonto del pueblo". Luego sigue hablando, pero como estoy mirando una cerilla que he encendido no estoy por la copla. Llegamos. Sant Antoni es un bello pueblo de la costa británica. Los comercios están rotulados en inglés. Hay unas calles donde está el turismo británico liándola. Esa zona se llaman West-End. O el güestén, en eivissenc. Están repletas de británicos que en el West End de verdad se sentirían paletos. Aquí, no obstante, le dan un crujido a la vida. Llego hasta la bahía, donde está el Café del Mar. Me siento en la terraza. Escucho la música, que va encendiendo cerillas. Mientras pienso en otra cosa. Fascinante. Cara de tonto que etcétera. Todo el mundo se deja acariciar la nuca por la música. Una pareja, unos metros más adelante, junto a una o dos olas. Hacen el amor. Utilizan una mezcla de la modalidad sin-palabrotas y la modalidad ve-rápido-que-otra-ola-y-me-ahogo. En la terraza hay poca gente. A la 12 en punto la música deja de sonar. Que si no, viene la poli, me dicen. El personal abandona el sitio. Viene otro personal. Más de familia inglesa real. Es decir, no Real. La playa, lo observo ahora, está llena de botellas y trozos de vidrio. La cosa queda desangelada. Caigo en ese momento en que, desde que me he sentado, por aquí tampoco he encontrado mucho ángel. Salvo mi cara de tonto.
- El 'show' de Martínez. Como soy tonto, cojo el camino más largo. Un taxi me deja en Eivissa City. Y allá me busco la vida. Hago cola en otra parada. Somos chorrocientos mil esperando un taxi. Frente a la parada, pasa Ibiza. Taconazos, tangas, torsos desnudos. La gente se lo pasa bien. Sobre todo, los que tienen Porsche descapotable. Mientras estoy en la parada pasa varias veces la misma cuchipandi en el mismo Porsche descapotable. Igual van en círculo. Como los coches en El show de Truman. Mañana, si consigo parar de encender cerillas, les hablo de mis compañeros de hotel. Otro mogollón.
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