La herencia del 'caso Lewinsky'
Gore recibe el apoyo de su rival republicano tras la nueva investigación a Clinton
George Bush declaró ayer que la difusión de la noticia de la reapertura del caso Lewinsky horas antes del discurso de Al Gore ante la Convención Demócrata fue algo "injusto" para el vicepresidente. Bush recordó que a su padre le pasó lo mismo cuando, en 1992, luchaba para la reelección y, días antes de las citas con las urnas, se "filtró" la noticia de una nueva investigación sobre el caso Irán-Contra. "No fue correcto entonces y no lo es ahora", dijo el candidato republicano.Al término de la tradicional tregua que se concede al rival durante la convención de su partido, Bush reemprendió ayer su campaña y lo hizo en Nashville (Tennessee), el feudo del clan Gore. Allí dijo que, en su discurso en Los Ángeles, el político demócrata "sólo prometió cuatro años más de Clinton-Gore". Uno de los temas principales de la campaña republicana afirma que la victoria de Gore supondría darle a Clinton un tercer mandato. Aunque Bush, sin mencionar jamás directamente el caso Lewinsky, intente utilizar en provecho propio el cansancio por los escándalos del político de Arkansas, tanto él como sus colaboradores condenaron desde el primer momento la filtración del jueves. Los colaboradores de Bush afirmaron que no son "tan estúpidos" como para implicarse en una "manipulación tan grosera".
Sin mencionar jamás a Bush y su equipo, los demócratas se declararon convencidos de que la filtración procedió de fuentes republicanas. "Pueden apostar hasta el último dólar a favor de que el Partido Republicano está detrás", dijo David Bonior, uno de los líderes demócratas en la Cámara de Representantes. "Es más que sospechoso, es indignante", declaró la congresista Louise Slauhter. "En cualquier caso", dijo Jesse Jackson, congresista e hijo del reverendo del mismo nombre, "no son problemas de Gore, sino problemas de Clinton".
Lo cierto es que la reapertura del caso Lewinsky no empañó el discurso de Gore, que no hizo ninguna mención al asunto. Los diarios estadounidenses facilitaban ayer la noticia, pero sin que arrebatara los principales titulares a la intervención del candidato demócrata. Pero la noticia es cierta: por iniciativa de Robert Ray, el fiscal independiente que sustituyó a Kenneth Starr, un nuevo gran jurado se constituyó en Washington el pasado 11 de julio para escuchar viejos y nuevos argumentos sobre el comportamiento de Bill Clinton en el caso Lewinsky.
Ese gran jurado debe decidir si hay razones para procesarle, esta vez no en el Congreso de EE UU sino ante los tribunales ordinarios. Ese procesamiento sólo sería posible a partir de la salida de Clinton de la Casa Blanca, en enero. La actuación de Ray ha recibido la bendición del equipo de tres jueces que, el pasado año, le nombró fiscal independiente en sustitución de Starr, quien dimitió tras fracasar en su intento de que el Congreso destituyera a Clinton.
La esencia del caso reabierto por Ray es decidir si Clinton cometió perjurio y obstruyó la acción de la justicia cuando, en una declaración jurada en el caso Paula Jones, negó haber sostenido relaciones sexuales con la becaria Monica Lewinsky. La juez que llevó el caso Jones ya ha sentenciado que Clinton dio falso testimonio y le ha multado con 90.000 dólares (16 millones de pesetas) por desacato a la justicia. Y el comité de disciplina del Tribunal Supremo de Arkansas está estudiando la posible anulación del permiso de Clinton para ejercer la abogacía en su Estado natal.
Ray intenta determinar con la puesta en pie de un gran jurado si la actitud de Clinton es susceptible de persecución en los tribunales de justicia. La Cámara de Representantes procesó a Clinton para su destitución (impeachment) en diciembre de 1988 y el presidente fue juzgado en el Senado, que terminó absolviéndole en febrero de 1999. Esa absolución, no obstante, no cerró las puertas a otras acciones. Jack Quinn, portavoz de Gore, señaló que el momento en que fue difundida la reapertura del caso Lewinsky suena "a una operación para distraer el debate sobre los muy diferentes programas de los demócratas y los republicanos y volverlo a llevar a ese viejo asunto". Esa operación, añadió Quinn, "ya comenzó en la Convención Republicana de Filadelfia", donde Bush y los republicanos se presentaron como alternativa que "devolverá el honor y la honestidad a la Casa Blanca", una alusión al comportamiento de Clinton, del que Gore ha sido fiel lugarteniente en los últimos ocho años.
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