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AÍDA GÓMEZ Y EL NUEVO FLAMENCO

El Ballet Nacional de España (BNE) llegó, vio y venció. La suya era una de las actuaciones más esperadas de la programación del Festival de Peralada. Existía curiosidad y reservas por conocer el trabajo realizado por Aída Gómez al frente de este elenco desde que se hizo cargo de su dirección en enero de 1998. Entre el público se encontraban figuras de la profesión, por lo que el morbo estaba servido. Azuzado, además, por el hecho de que las últimas actuaciones del BNE en Barcelona- cuando aún estaba dirigido por el triunvirato formado por Aurora Pons, Nana Lorca y Victoria Eugenia- habían dejado un mal recuerdo. Aquella vez se vio a una compañía deteriorada tanto a nivel interpretativo como coreográfico, que pedía un cambio a gritos para recuperar la brillantez de otros tiempos.Lo que se vio en Peralada fue sorprendente. Con su disciplina de hierro, Aída ha obtenido en casi tres años una renovación total de la compañía. O mejor deberíamos hablar de revolución. Su apuesta ha sido firme: potenciar a los jóvenes tanto en lo que se refiere a intérpretes como a músicos y coreógrafos.

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Una férrea y elegante directora

El público de Peralada quedó boquiabierto con sólo empezar la función. El programa se inició con Ritmos, coreografía de Alberto Lorca de 1984, que figura desde entonces en el repertorio de la compañía. Fue la única pieza con música grabada: todas las demás coreografías tuvieron música en directo. La caudalosa partitura de José Nieto convirtió a los bailarines en notas que se deslizaban agrupadas por el escenario. Interpretada por toda la compañía, Ritmos es un ballet sin argumento, de una gran belleza visual, en la que la fuerza coral de los intérpretes brilla con todo su poderío.

Mensaje, coreografía de Aída Gómez con música de Vicente Amigo, fue una recreación del universo femenino. Sensualidad y fuerza se entrelazan en los cuerpos de Sara Alcón, Gemma Barrera, Azucena Huidobro y Estrella Quintanar en un baile elegante. La guinda llegó con Silencio rasgado, un magnífico solo de Aída que interpreta la propia bailarina con música de Jorge Pardo y basado en unos versos del poeta sufí Rumi. El silencio del auditorio de Peralada se rasgó con el vibrante taconeo de la intérprete. La pasión dispara sus pies y la disciplina los moldea. Su cintura se quiebra impúdicamente mientras sus bellos brazos se dibujan en el espacio. Al final de este solo de siete minutos el público, entusiasmado, ya no sabía si aplaudir o patalear. Cerró esta primera parte del programa Luz de alma, una pieza de Javier de Latorre bailada por 18 intérpretes que se entregan a la fuerza del ritmo de una música de honda raíz popular. Destacaron el catalán José Huertas y Luis Ortega en un enérgico cara a cara.

La segunda parte del espectáculo fue un despliegue de buen baile. Un intenso paseo por los diversos palos del flamenco que sirvió para el lucimiento individual y colectivo del grupo. Oripandó incluye el trabajo de cuatro coreógrafos distintos: Adrián Galia, Israel Galván, Isabel Bayón y Currillo, una combinación perfecta de flamenco y trazos contemporáneos. Punto y aparte merece la coreografía que Isabel Bayón ha creado para recrear la guajira, todo un cuadro hipnótico para el espectador. La apoteosis final llegó con las bulerías, en la que la compañía desplegó, de nuevo, su poderío y su arte.

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