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Tribuna:LA EXTRAÑA PAREJA.
Tribuna
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Basuras en las playas

Las playas son un lugar peligroso, porque, aparte de desechos, en el litoral te puedes encontrar cualquier cosa. ¿Quién distingue a un canalla de un ciudadano decente si los dos van en tanga?

Ya lo dijo el hoy difunto Alec Guinnes, en su papel de Obi-Wan Kenobi, en la primera entrega de La guerra de las galaxias: "Los moradores de las arenas huyen fácilmente, pero volverán pronto y en mayor número". Sir Alec rodó varias veces en nuestro país, pero por entonces la playas no estaban ni tan llenas ni tan asquerosas. Sólo en Cataluña, Greenpeace, después de una campaña de recogida de objetos en la que participaron 2.000 mártires del voluntariado, encontró 100.000 colillas, 50.000 bastoncillos de oídos, 30.000 envases de plástico y 13.000 latas, compresas, pañales y preservativos, así como neumáticos. Da qué pensar.Lo que a mí me sobrecoge es lo de los bastoncillos de oídos. Personalmente, cuando iba a la playa, lo primero que intentaba era que se me atascasen los conductos auditivos, y si no lo lograba por medios naturales, a base de cerúmen y salitre, echaba mano de los cascos del walkman antifamilias. Que haya degenerados (mínimo, 50.000: ni se sabe los que se les pasaron a Greenpeace) capaces de hurgarse las orejas en la playa, para escucharse mejor los unos a los otros, es algo que no acabo de comprender y que me produce alarma manifiesta.

Y eso que la recogida se limitó al litoral catalán. Parece que en las playas del sur flotan collarines de hijas de folclórica, que son un mal asunto porque no sólo no se disuelven, sino que se inflan por el efecto líquido, y van aumentando de tamaño hasta expulsar a los bañistas y a todas las especies marinas que osan aflorar a la superficie. En cuanto al norte, ya ven. Te tiendes tan ricamente con tu mejor amiga en la playa de Lekeitio y en cuanto abres los ojos descubres que lo que te está tapando el sol no es un adonis náutico, sino una pancarta a favor de los presos etarras sostenida por la típica panda euskoayatolá vestida como para bailar El murciélago de Strauss bajo la dirección de Adolf Eichmann. Yo creo que, al menos, las playas las tendrían que respetar, que bastantes desechos tenemos con las compresas, los pañales, los preservativos, las colillas y los frascos. La verdad es que, hasta hace poco, creí que las respetaban, basándome en algo tan tonto como la foto que vi de un etarra que se trajeron a España después de que permaneciera la tira de años deportado en la Dominicana, que venía el tío blanco como la leche.

Siguiendo en el mismo orden de cosas, por momentos la playa se me antoja un lugar poco recomendable. Porque, vamos a ver, en pelotas la gente se divide en categorías precisas: jóvenes y viejos, guapos y feos, gordos y delgados. No hay forma de distinguir a un canalla de un honesto padre de familia, si los dos llevan tanga. Imaginen que al niño se le escapa la pelota y va a parar a un apacible mozo que se está untando los mofletes con crema protectora. Se levanta el progenitor, se acerca a pedir disculpas, y sólo cuando tiene el pendiente encima se da cuenta de a quién le ha dado el crío: "¡Cáspita, Armani Otegi!".

Al menos, los desechos asquerosos pero no letales tienen la ventaja de que pueden pertenecer a gente de ringo-rango. A saber la de residuos de personajes importantes que pueden estar llegándonos al litoral catalán desde Mallorca. Si yo fuera joven y estuviera empezando en esta deshonrosa profesión, no dudaría en darme un garbeo por la costa, incluso al precio de encontrarme con un canalla o dos, para poder investigar los orígenes de cada guarrindonguería. Me juego el cuello a que por aquí tocamos a más mierda exquisita por metro cúbico de Mediterráneo que, vamos a poner, en Mónaco, y eso que Estefanía (que ha conseguido, a los 30, parecerse a Simone Signoret a los 70, pero sin su corazón ni su cerebro) tiene pinta de cepillarse ella sola el medio ambiente del principado.

Volviendo a nuestro país, ¿sabían que Alec Guinnes, que vino por primera vez en el 63, para rodar La caída del Imperio Romano, escribió luego en sus memorias que lo consideraba "chocante"? Cómo debía de ser, teniendo en cuenta que Guinnes era un catolicón de fuste (claro que inglés: perseguido, no perseguidor). Tan piadoso era que, años más tarde, cuando filmó Lawrence de Arabia en Almería, los domingos cogía el coche y llamaba a golpe de claxon al personal, gritando: "¿Hay alguien que quiera que lo lleve a misa?". Para entonces, supongo, seguía teniendo la misma opinión. Estefanía de Mónaco

Ha conseguido, a los 30, parecerse a Simone Signoret

a los 70, pero sin su corazón ni su cerebro

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