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BICHOS DE VERANO

Broma

"Aferrado al poder como un molusco a su roca" escribía Gregorio Marañon del Conde Duque de Olivares. Sin duda, la metáfora es ilustrativa, y por el espectáculo cotidiano que nos depara la vida política, la frase no ha perdido un ápice de actualidad. El molusco, desde la lapa hasta el dátil de mar, representa el animal mejor anclado a su sustrato de toda la naturaleza. El dátil de mar realiza perfectas galerías en las rocas calizas, que va horadando a medida que crece de tamaño (por lo que Linneo lo llamó Lithophaga lithophaga, literalmente "comedor de piedra"). Las lapas excavan también en el sustrato un molde de fijación, hasta el extremo que las irregularidades de los bordes de la concha coinciden con las del punto de anclaje. Pero nada comparable a un pequeño molusco, de aspecto vermiforme y tubular, que los griegos llamaron "broma", que se alimenta de la madera sumergida en los estuarios. La "broma" en poco tiempo pasó a ser el enemigo más temido de los cascos de los barcos, y con la paciencia que la Naturaleza ha puesto en los Davides insignificantes, comenzó a hacer zozobrar a las embarcaciones que se habían construido con los materiales más resistentes. Este pequeño molusco se transformó en la mente de los pescadores y marineros en una mala jugada de la naturaleza, en algo pequeño pero inasequible, indestructible, absurdo, y con el tiempo su nombre se popularizó metafóricamente, en el sentido último de burla pesada. Por tanto, cada vez que utilizamos la palabra "broma", rememoramos aquel pequeño molusco, que aferrado a la embarcación se convirtió en una de las metáforas más ilustrativas de lo irreductible de la Naturaleza.

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