LA TINTA DIGITAL SALVA AL PAPEL
En qué dirección irá la sociedad en el futuro? ¿En la del libro o en la de la pantalla? ¿O quizá, gracias al milagro de la tinta electrónica, irá en ambos sentidos a la vez?Centros financieros de todo el mundo, como Washington y Wall Street, se han visto en los últimos tiempos importunados por un fantasma, el fantasma de las empresas punto com de nueva creación, y por el surgimiento de una nueva clase. La fantástica riqueza de la nueva economía está trastocando profundamente el antiguo orden establecido. El resultado es una batalla cultural cuya más dramática ilustración se encuentra en el caso Microsoft. Sorprendentemente, el resultado de este conflicto tiene muchas cosas que decir sobre si en un futuro que ya no parece tan lejano seguiremos pasando páginas al leer.
En uno de los bandos de este enfrentamiento tenemos a la Gente del Libro. Son buenas personas que hacen periódicos, revistas, elaboran la doctrina del derecho, los oficios normativos y las normas financieras. Viven según las reglas, por la autoridad que se deriva de los autores y, en Estados Unidos, se centran en los puntos de poder de Nueva York y Washington. Los cimientos de esta cultura se asientan fundamentalmente sobre los textos. Todos están en la misma página, por decirlo de una manera simbólica.
En el otro bando tenemos a la Gente de la Pantalla. La Gente de la Pantalla tiende a ignorar la lógica clásica de los libros; prefiere el flujo dinámico de la pantalla. Las pantallas de cine, las pantallas de televisión, los monitores de los ordenadores, las pantallas de la Game Boy, las pantallas de los teléfonos, las pantallas de los busca y las inmensas pantallas de gran definición que hoy sólo somos capaces de imaginar...
La cultura de la pantalla es un mundo de flujo constante, de interminables bits de sonido, cortes rápidos e ideas a medio hacer. Es una corriente de cotilleos, titulares y primeras impresiones flotantes. Las nociones no se encuentran por sí solas, sino que se entretejen con todo lo demás. La verdad no parte de los autores y autoridades, sino que es la propia audiencia la que la establece. La cultura de la pantalla es rápida, como un tráiler cinematográfico de 30 segundos, y tan líquida y abierta como un sitio web.
En este mundo, el código -como en el código informático- es más importante que el derecho que se establece en los textos. El usuario puede jugar interminablemente con el código que se despliega en una pantalla; mientras que con el derecho, en cambio, no puede hacer lo mismo. Con todo, el código puede modelar el comportamiento igual que el derecho, por no decir que más.
Sobre una pantalla, las palabras se mueven, se funden en imágenes, cambian de color y quizá incluso cambian de significado. A veces ni siquiera hay palabras, sólo imágenes, diagramas o glifos que se pueden descifrar para obtener múltiples significados. Esto resulta terriblemente turbador para cualquier civilización basada en la lógica del texto.
La Gente del Libro teme que la página muera y, con ella, la lectura y escritura. ¿Quién se sumará entonces a la racionalidad lineal que se encuentra en los libros, tanto nuevos como antiguos? ¿Quién obedecerá las normas si los libros de derecho se ven mermados o sustituidos por líneas de códigos? ¿Quién pasará unas páginas perfectamente encuadernadas cuando todo esté disponible, prácticamente gratis, en parpadeantes pantallas? Quizá únicamente los ricos lean libros impresos. Quizá sólo unos pocos presten atención a la sabiduría que, acumulada durante siglos, se esconde en sus páginas.
No hay por qué tener miedo. La Gente de la Pantalla, que trabaja en sitios como E Ink y Xerox, está creando finas películas de papel y plástico que llevan tinta digital. Un trozo de papel se convierte entonces en una pantalla de papel: en un momento lleva un poema, y al siguiente, la previsión del tiempo.
Si encuadernamos cientos de estas páginas digitales entre unas pastas, tendremos un libro capaz de cambiar de contenido, pero que se seguirá leyendo como un libro. Se podrá pasar las páginas (que es una forma de navegar por un texto que resulta difícil de mejorar) y, al concluir, meterlo en una funda para rellenarlo con otro texto. Puede que el lector corriente cuente con una colección de varias docenas de contenedores de libros encuadernados en piel y de distintos tamaños, que se amolden a las manos y los hábitos del lector tras muchas lecturas. En la primera pantalla se podrá leer: "Esta historia está formateada para ser visualizada sobre un libro de talla grande", y el lector cogerá su encuadernado marroquí favorito de talla grande y sentarse a leer con una lujosa comodidad.
También podrá imprimirse la tinta digital, junto con los circuitos para transmisión inalámbrica, en una hoja de periódico dura y de tamaño generoso. El periódico descansará todo el día sobre una mesa, mientras los artículos nuevos vienen y los viejos se van. Se respetan todas las convenciones tipográficas de un periódico o una revista, pero el papel no viene y se va. Se mantiene.
La página no morirá. Resulta demasiado cómoda y ha evolucionado mucho. De hecho, la misma hoja de papel mejorada resulta tan ágil que no hay motivo para que no se pudiera reproducir también una película sobre ella. El teatro, los vídeos musicales, grandes épicas a todo color bailarán por esta nueva página. El eterno fajo convertido tan pronto en libro como en pantalla televisiva. De hecho, la resolución será lo suficientemente buena como para poder leer las palabras que flotan por todas las imágenes cinematográficas. Ya puede verse el inicio de esto en algunos sitios web, en los que se entremezcla la imagen con el texto. ¿Se trata de una película o de un ensayo? No lo sabemos.
Al final, el ciudadano podrá leer la televisión o ver un libro. La Gente del Libro seguirá pasando sus páginas, y la Gente de la Pantalla seguirá pulsando sus pantallas. Y todo sobre la misma hoja de papel. ¡Larga vida al papel!
© Time
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