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Los republicanos conceden a Bush un cheque en blanco para acabar con la 'era Clinton'

Designado anoche por unanimidad candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, George W. Bush propone a los norteamericanos un "cambio de liderazgo" en la Casa Blanca, tras ocho años de una presidencia, la de Bill Clinton y Al Gore, que, pese a la paz y la bonanza económica, "no ha resuelto muchos problemas". Entre los que Bush ofrece resolver figuran la mejora de las escuelas, la reforma del sistema de pensiones de jubilación, la reducción de impuestos, el refuerzo del Ejército y la devolución a EE UU de un activo papel en la escena política internacional.

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Bush, según señaló su candidato a la vicepresidencia, Dick Cheney, también "restaurará la decencia y la integridad en el Despacho Oval". Desembarazado trabajosamente en las primarias del desafío del senador John McCain y habiendo dirigido en la Convención Nacional Republicana de Filadelfia el viaje al centro de su partido, Bush iba a pronunciar a las cuatro de la madrugada de hoy, hora peninsular española, el discurso más importante de su carrera: el de aceptación de la candidatura presidencial. Por primera vez en sus 54 años, Bush iba a dirigirse en directo a la nación, a través de todas las cadenas de televisión. Su intención, según anticipó, era hacer un discurso optimista, moderado y abierto a todos los grupos sociales, raciales y culturales, en línea con el "conservadurismo con compasión" que ha impuesto como nueva política republicana.

En contra de lo que cabía imaginar dada la popularidad de Clinton y el magnífico estado de la economía estadounidense, el gobernador de Tejas e hijo del presidente del mismo nombre supone una amenaza muy seria para el demócrata Al Gore.

Una encuesta de Voter.com difundida ayer le otorga a Bush el 48% de las intenciones de voto frente al 34% de Gore. El ecologista y defensor de los derechos de los consumidores Ralph Nader obtiene el 6%, y el ultraderechista Pat Buchanan, el 2%.

Aunque la ventaja que ahora le saca Bush es grande, Gore puede contrarrestarla en los próximos días con dos actos: el nombramiento de su candidato a la vicepresidencia y la Convención Nacional Demócrata, que se celebrará en Los Ángeles a mediados de mes.

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"Que se vayan"

Mientras que Bush pensaba ofrecer argumentos positivos en su discurso de la madrugada de hoy, Cheney en su intervención de ayer atacó directamente a los actuales inquilinos de la Casa Blanca. "Estamos un poco aburridos de la rutina de Clinton y Gore; ha llegado la hora de que se vayan", dijo. Los más de 4.000 delegados y suplentes que llenaban la impresionante arena del Firts Union Center de Filadelfia corearon entusiasmados: "No más Gore" y "Enviadlos a casa". Pese a su actual ventaja en los sondeos, Bush sabe que le va a resultar difícil convertirse en el primer hijo de presidente que conquista la Casa Blanca desde que en 1824 lo hiciera John Quincy Adams. Su principal preocupación en Filadelfia ha sido evitar que los republicanos volvieran a deslizarse por la pendiente del extremismo conservador que tan bien saben combatir Clinton y Gore. Gracias a una disciplina de hierro y una perfecta coreografía que han ofrecido pocas fisuras para las noticias, lo ha conseguido.

El Partido Republicano que sale de Filadelfia presenta un frente más unido y moderado que en 1992 y 1996. Bush, según declaró a El PAÍS su principal asesor económico, Lawrence Lindsey, no discute lo obvio: que la economía estadounidense va bien. Pero afirma que el mérito lo tienen el recorte de impuestos y las medidas liberalizadoras de Ronald Reagan en los ochenta, la política antiinflacionista de la Reserva Federal que dirige Alan Greenspan, y el trabajo y la creatividad de las empresas privadas. El candidato republicano, según Lindsey, cree que el enorme superávit del presupuesto federal estadounidense permite una nueva bajada de impuestos, que relanzará la actividad económica.

Gore considera "temeraria" esa oferta de su rival. No propone Bush desmantelar el Estado del bienestar. Siendo la mejora de la educación su obsesión y la de su esposa Laura, maestra y bibliotecaria de escuela, Bush propone invertir más en centros de preescolar y que los padres reciban fondos gubernamentales para enviar a sus hijos a escuelas privadas cuando las públicas sean notoriamente malas.

Preescolar y escuela privada

También quiere salvar el sistema público de pensiones de jubilación, y en este campo su mayor novedad es la propuesta de que parte de las cotizaciones se destinen a la compra de acciones. Bush desea suplir sus carencias en materia de política internacional apoyándose en Cheney, secretario de Defensa en la guerra del Golfo, y dando protagonismo en su Gobierno a dos afroamericanos: el ex general Colin Powell, que podría ser secretario de Estado, y Condoleezza Rice, su brillante asesora personal, que podría ir al Consejo Nacional de Seguridad. Promoción del libre comercio, amistad particular con México, firmeza frente a China y construcción de un sistema contra misiles balísticos son los ejes de sus propuestas en materia exterior. "América tiene hambre de un nuevo liderazgo", declaró ayer el gobernador de Tejas, confundiendo, como es costumbre en este país, la parte estadounidense con el todo continental.

Gore replicará en Los Ángeles afirmando que EE UU, al que también llamará América, pide la continuidad del crecimiento económico. El pulso presidencial entre estos dos hombres, herederos ambos de dinastías con dinero y peso político, promete ser el más duro y de difícil pronóstico en mucho tiempo.

La Convención Nacional Republicana cerrará sus puertas esta madrugada, tras la intervención de Bush, con el despliegue de más de 10.000 globos y cientos de kilos de confeti. Aunque más aburrida que las de antaño, ya que nadie le disputaba el título a Bush y éste ya había anunciado su candidato a la vicepresidencia; el cónclave de Filadelfia, colosal en dimensiones físicas, dinero y tecnología, ha vuelto a ser un símbolo del entusiasmo, la riqueza, la ingenuidad y la extravagancia de EE UU. Sirva como ejemplo el que la penúltima velada fue presentada por La Roca, un musculoso individuo que se proclama campeón del mundo de esa lucha libre de payasos que tanto gusta a los norteamericanos y que ha dado en Jesse El Cuerpo Ventura todo un gobernador de Estado.

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