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Tribuna:SOBREVIVIR EN EL ASFALTO
Tribuna
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Tormenta topical PAU VIDAL

En verano vivimos en el tópico. No en el de Henry Miller, que eso eran otros tiempos y otros formatos. No, en la literatura de hoy, refugiada en el periodismo (o lo que sea esa épica del yo que llamamos periodismo de opinión o de creación), el verano es una construcción imaginaria fabricada a base de lugares comunes: playas a rebosar, enjambres de turistas, ciudades desiertas...Empezando por esta misma sección. Es suficiente con agostizarle el epígrafe (pongamos, por ejemplo, Sobrevivir en el asfalto) para que la crónica cotidiana se revista de un aire veraniego. Y allá va la tormenta. La única condición es hablar de lo que uno puede hacer en la ciudad cuando, por voluntad o por obligación, permanece en ella durante el mes de agosto. El mes en que se supone que la ciudad queda desierta. O sea, que se trata de una reflexión por contraste, por exclusión. Y, sin embargo, el tópico salta a la primera de cambio. Haga usted una prueba, si le parece: elabore mentalmente una lista de quince temas que respondan al enunciado ¿Qué hacer sobre el asfalto en verano?, y de aquí a final de mes compruebe si aparecen o no en esta sección. Y ya me dirá si obtiene mejor o peor resultado que en esa dichosa quiniela donde nunca le ha tocado ni una miserable peseta.

Yo, por mi parte (sí, sí, yo también quiero hablar de mí), debo vivir en otra ciudad, o sea que no valgo. Lo digo por lo de la ciudad desierta. ¿Desierta? Mi ciudad nunca está desierta (¡magari!, que significa 'ojalá' en uno de los idiomas oficiales de mi ciudad), y mucho menos en verano. Si en mi ciudad ya es difícil circular en moto (la mayoría de las calles son sólo para peatones, una especie que con el sol se reproduce como los conejos), todavía más lo es pasear sobre ella silbando alegremente un estribillo (las calles que no son para conejos, todas de un solo carril menos una, están perennemente atascadas), y ya no digamos sintiendo el placer del aire en la cara. Si sientes el placer del aire en la cara significa que no llevas casco, y por lo tanto... En fin, ya saben.

Bueno, pues ahí está el gazapo, que es el único conejo que se reproduce en el tópico (será por lo del calor, también). Mi ciudad, a pesar de pagar los impuestos a Barcelona, no debe de ser Barcelona, pues en verano está atiborrada de gente. De hecho ni siquiera el alcalde sabe cómo llamarla, a juzgar por los cinco o seis nombres distintos que le ha puesto en los últimos 25 años (creo que ahora vamos por Ciutat Vella). Tan confusa es la cosa que te puede ocurrir lo que a un amigo mío cuando buscaba piso. La telefonista de la agencia inmobiliaria le preguntó que dónde lo prefería, y a él, con el mapa por distritos en la mesa y el lío de nombres en la cabeza, se le ocurrió el concepto urbanísticamente más claro: "Lo quiero intramuros". "Ya me imagino, señor, pero yo me refería al barrio", fue la respuesta de la licenciada.

Pensándolo bien, lo más probable es que mi ciudad no sea tal cosa sino un parque temático (y quizás por ahí solucionaríamos para siempre lo del topónimo: por ejemplo, ¿qué tal Porca Aventura? ¿Y Manguisland? ¿O Guiriworld, o Brega Mítica?), pues fue edificada ayer mismo. Por lo leído recientemente, una de las ventajas de sobrevivir en el asfalto en agosto es que te permite recorrer con calma toda la historia de Barcelona a través de los edificios del paseo de Gràcia. Que es como decir que la biografía de una persona empieza a partir de la jubilación, cuando cobra un buen finiquito, se compra un Mercedes guapo y se sienta en el portal de su casa a contemplarlo. Para mí que era otro gazapo. En fin, antes de que me salga Historia de dos ciudades, les emplazo a dentro de unos días, porque en realidad de lo que yo quería hablar era de las distintas subespecies de conejos que se crían en mi ciudad. No se crean, es un tema apasionante. Cuando le coges afición, puedes llegar a relacionarte con ellos, e incluso metamorfosearte en uno de ellos. Si siguen a la escucha, en unos días me ven de conejito.

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