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Reportaje:VERANO SOLIDARIO

Turismo comprometido

"Cuba hay que conocerla ahora, porque cuando muera Fidel y Mc Donalds entre en la isla, aquello dejará de ser Cuba". Ese planteamiento fue el que llevó a Máximo de la Hermosa (31 años) a enrolarse en la organización sevillana Solidaridad Internacional Andalucía, que colabora con el Ayuntamiento cubano de Guanabacoa, un pequeño pueblo a las afueras de La Habana, en un proyecto de rehabilitación de su casco histórico.Máximo acaba de regresar de la isla caribeña, en la que ha dedicado la primera quincena de julio a blanquear y dar los últimos toques a las casas que en los tres veranos anteriores otros voluntarios habían rehabilitado. El viaje le salió "barato", unas 100.000 pesetas de avión. En agosto los vuelos pasan de 140.000. La ONG corría con el resto de los gastos -alojamiento, manutención, pintura y herramientas-.

Máximo es profesor de Educación Física en un colegio sevillano y licenciado en Historia de América. "No me he considerado nunca especialmente comprometido. Pero me apetecía otra forma de hacer turismo. Además, me parecía perfecto poder compaginarlo con ayudar a un país que necesita de todo".

La experiencia le ha resultado enriquecedora: "Me gustaría repetir otro verano. En Cuba o en cualquier otro país centroamericano. En la zona, toda ayuda es poca. La isla está que se cae. Faltan cosas que a nosotros nos parecen esenciales. Yo llevé dos maletas llenas de ropa, medicamentos y material escolar y he vuelto casi con lo puesto".

A su gusto por viajar y a su recién descubierto instinto solidario, Máximo añade curiosidad ideológica. "No apoyo ningún tipo de dictadura", dice, "pero lo que he encontrado allí dista mucho de todo lo que me habían contado. El 90% de la gente habla bien del régimen. Las necesidades educativas, sanitarias y de alimentación están perfectamente cubiertas. Son conscientes de que, en cualquier comparación con los países que les rodean, salen ganando".

Y quien quiere hablar mal del sistema no tiene que esconderse, según Máximo. "Yo he oído maldecir a Fidel en mitad de la calle, con una pareja de guardias cerca, y no ha pasado absolutamente nada".

Máximo se alegra, sobre todo, de haber conocido la Cuba real, alejada de los circuitos turísticos. Es lo que más le ha gustado, y sorprendido a veces. "La gente es extremadamente educada. Hasta para ofrecerte droga te hablan de usted".

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Los peores recuerdos que guarda de su viaje son, curiosamente, culpa de la organización española. "Nuestro encargado era un desastre. Llegamos al aeropuerto de La Habana y desapareció del mapa. En la casa en que nos alojábamos no hubo ni un ápice de orden. Teníamos que levantarnos a las 7.00 para ir a trabajar de 8.00 a 13.00 y la primera noche el coordinador salió de juerga. Tuvimos que levantarlo nosotros para ir a pintar. La comida fue muy escasa. Hemos pasado hambre, por culpa de la organización. Fue un desastre. Me gustaría repetir mi compromiso en un verano próximo, pero con otra ONG".

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