Un estilo
LUIS DANIEL IZPIZUASospecho que resulta muy fácil caer en el tópico al valorar la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como nuevo secretario general del PSOE. Concurren con extrema facilidad palabras como renovación, cambio generacional, refundación incluso. Todo esto puede ser cierto, y si confiamos en el poder de la imagen, basta comparar la fotografía de la nueva ejecutiva con fotografías de las anteriores para concluir que este partido parece otro distinto. Tanta elocuencia puede tener consecuencias catárticas, pero encierra el peligro de que nos conformemos con la simple imagen y nos confiemos a sus efectos taumatúrgicos. Quien escribe no duda de los efectos milagrosos de una imagen. Los ha tenido siempre, en contra de lo que sostiene una teoría de la modernidad muy extendida. Lo nuevo de la modernidad no está en los efectos milagrosos de la imagen, sino en su carácter efímero. Antes duraban mucho más.
En el caso de Rodríguez Zapatero, el recurso al tópico puede derivar también de lo poco que sabemos de este chico. Se nos ha repetido su biografía, hemos escuchado o leído parte de su habilísimo discurso, conocemos algunas intenciones. Cosas vagas, diríamos. Imagen y suspense, por lo tanto. Sin embargo, hay algo nuevo en lo que dice que no resulta nada vago porque apunta en una dirección muy definida. No sabemos cómo la concretará, pero su convicción parece firme y nos resulta sumamente interesante. Trata de configurar un nuevo estilo de hacer política, pero el estilo no es casi nunca algo accesorio, sino que traduce casi siempre cambios en profundidad. Me explicaré.
Rodríguez Zapatero ha insistido desde su elección en la necesidad de cambiar la forma de hacer oposición. Ha hablado de que en los últimos años su partido ha realizado una política muy a la defensiva, algo así como un continuo spot apocalíptico, por otra parte muy del gusto al parecer de los electores, que no han dejado de votar cada vez en mayor número al doberman que viene. Y ha sido muy hábil al formular lo que se debe hacer: frente a una oposición defensiva, no una oposición ofensiva, sino una oposición de alternativa. Y la ha definido en los siguientes términos: "marcar nuevos objetivos sociales, tener políticas encima de la mesa permanentemente, que obliguen al Gobierno a trabajar más y mejor de cara a la sociedad". Bien, esto es muy novedoso.
Supongo que esas palabras pueden llevar a muchos a pensar que Rodríguez Zapatero ha olvidado que el objetivo de un partido político es llegar al Gobierno, forma óptima de llevar a la práctica sus proyectos. No dudo de que Rodríguez Zapatero conoce esa obviedad, y que como tal la trata, pero que no ignora que con demasiada frecuencia el acceso al Gobierno se convierte en un objetivo per se, y el supuesto proyecto inexistente en una excusa para dar validez a la codicia. Tampoco ignora, y creo que lo pone siempre en primer término, que un partido político tiene un objetivo prioritario, esté en la oposición o esté en el Gobierno: servir a la sociedad. Miel sobre hojuelas si el Gobierno en el que no participa termina por hacer suyo su proyecto. Miel y milagro.
Una oposición entendida en estos términos conlleva un alto grado de exigencia. Requiere estar abierto a la sociedad, incluso anticiparse a ella en un mundo globalizado en el que el concepto de sociedad adquiere contornos más difusos, pero que exigen ser actualizados en ámbitos restringidos, nacionales y locales, si estos no quieren quedar descolgados. Requiere, por eso mismo, tener políticas en la mesa permanentemente y saber demostrar su necesidad y validez, así como convencer a los ciudadanos de que nadie va a ser capaz de realizarlas mejor que quien las presenta, aunque se le acabe convenciendo al Gobierno en funciones de que esas son las políticas que hay que llevar a cabo. Incluso en ese caso, habrá que convencer de que esas políticas las va a ejecutar mejor el partido de la oposición que el Gobierno. Y requiere también "respetar los tiempos y las formas". No le faltarán quienes vayan a amargarle la vida por esa tranquilidad, y le cantarán el 2004 como una forma de sentencia. Pero si su objetivo actual es poner el partido en forma, va por el buen camino. Sólo por ello ya merece algo más que un voto de confianza.
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