Traspaso
¿Recuerdan a Tejada? La memoria puede traicionar, pero la escena se recuerda como sigue: centró Tejada desde la derecha, sobre el área, en medio de una nube de defensores y de delanteros; entre éstos, Evaristo vio el esférico y se lanzó en plongeon -así lo decía el locutor Miguel Ángel Valdivielso- batiendo irremisiblemente al guardameta rival, y el rival era el Real Madrid. Inolvidable. Fue un gol tan hermoso, tan exacto, que se convirtió en una metáfora de la perfección y por eso se utilizó de imagen para la propaganda de un reloj. Pero sirvió, sobre todo, para que el Barça eliminara al Real Madrid en la semifinal de la Copa de Europa, rompiendo así la racha hasta entonces imparable del equipo blanco.Aunque entonces -1960- no teníamos televisión, uno se podía imaginar, gracias a la radio, el alborozo azulgrana de los dos protagonistas de la jugada y el orgullo del estadio gritando una victoria histórica, polémica pero irrebatible. En la final, el gozo azulgrana sucumbió en el pozo de Berna, donde el Benfica portugués venció por tres a dos a un Barça tan desafortunado como su portero, el legendario don Antonio Ramallets.
Después de esta humillación portuguesa vino la vergüenza verdadera para los seguidores del Barça: en temporadas sucesivas, dos de los protagonistas de aquella jugada perfecta y legendaria -Tejada, Evaristo- dejaron la disciplina del Barça -así se decía entonces: la disciplina- para fichar por el Real Madrid. No era la primera vez que traspasos así se producían de un lugar a otro del fútbol, pero éstos de Evaristo y Tejada revelaban la capacidad de venganza que guardan en su alma los rivales eternos.
Es una ceremonia obscena en la que reinciden unos y otros cada año. Ha habido, para los barcelonistas de ahora, dos humillaciones recientes, la que Núñez y Van Gaal infligieron al equipo obligándole a no jugar aquel partido de la Copa del Rey y este retrato en el que Figo, el jugador portugués -otra vez Portugal en las horas tristes del Barça-, luce junto a Di Stéfano la elástica blanca. Esta última imagen es una herida que sólo entenderán bien los que aún tienen en la memoria todo lo que pasó desde que Evaristo marcó aquel gol perfecto en la meta del Real Madrid. No nos lo han perdonado, no nos lo perdonarán.
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