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El pulgar del César

La relación entre Villalonga y Aznar ha marcado de principio a fin el papel del ya ex presidente de Telefónica

Con las distancias debidas, Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica, superó en su momento a los concursantes de Gran Hermano. Logró la popularidad, el respeto que da el dinero, la adulación y la envidia de muchos, de la noche al día. En concreto, de la noche del 6 de junio al 7 de junio de 1996, cuando fue designado para presidir la primera compañía española, Telefónica. Habían pasado apenas dos meses desde que su amigo de la infancia, José María Aznar, alcanzara el primer puesto del podio de la política, con una mayoría escasa sobre el PSOE y un horizonte incierto. De la noche a la mañana, Villalonga dio el salto. De broker financiero en Bankers Trust, un banco de negocios extranjero, a tycoon empresarial en un país pujante.Villalonga alcanzó la cumbre empresarial en España por su amistad con el político ganador. Y la ha abandonado tras cuatro años de gestión y un progresivo deterioro de la relación con su amigo de la infancia. Aznar, en los círculos que se consideran bien informados, tiene fama de medir a sus próximos por los resultados que éstos obtienen a la hora de cumplir sus encargos. Encargos que no siempre son conocidos y cuyos propósitos, a menudo, sólo él sabe. Desde este punto de vista, Villalonga, el ejecutivo agresivo de estilo anglosajón, capaz de ahogar las tradicionales protestas en las juntas de Telefónica en un mar de uniformes de vigilantes jurados, cumplió a satisfacción en su primera etapa.

Apoyos

Apoyado en el consejo de Telefónica por el denominado núcleo duro de la compañía, entonces BBV -luego BBVA- y La Caixa, Villalonga, gestor de una auténtica máquina de hacer dinero, dedicó buena parte de sus esfuerzos primeros a levantar un andamiaje mediático que apuntalara las expectativas de aquél al que debía su nombramiento. Antena 3 Televisión, Onda Cero, parte del diario El Mundo, Vía Digital, Recoletos-Pearson...; el dinero de Telefónica se convertía en relleno del mullido colchón mediático que necesitaba el partido recién llegado al poder. Sobre Villalonga llovieron reproches desde la oposición porque el dinero de una compañía en proceso de privatización, levantada con el esfuerzo de todos los ciudadanos, se ponía al servicio de una causa y de un político concretos. "Eso son peanuts [cacahuetes]", espetó Villalonga a los diputados que le reprocharon gastos y estrategia. Fue la única comparecencia que protagonizó Villalonga en el Congreso. En febrero de 1997, con la privatización total de la compañía, Villalonga quedó liberado de los exámenes parlamentarios.Adulado, ensalzado, Villalonga se convirtió en objeto de atención preferente. Los encuentros de Villalonga y su esposa, Concha Tallada, con el matrimonio amigo, Aznar-Botella, eran conocidos y comentados. Menos, no obstante, que sus fulgurantes viajes y road-shows por medio mundo, a la búsqueda de negocio y de nuevos medios para concretar su mantra empresarial: crear valor para el accionista y deslumbrar a sus apoyos norteamericanos de los fondos de inversión con el incremento de valor de la compañía, sólo mensurable en billones de pesetas.

De Telefónica se empezó a hablar como multinacional. Otra misión cumplida. Villalonga, triunfador. Villalonga, conquistador (Brasil, Perú, Chile, Venezuela, Guatemala). Villalonga, dirigiendo con mano firme y con el apoyo de los bancos. En el nuevo BBV-Argentaria, otro hombre elegido por Aznar, Francisco González, aseguraba la correcta interpretación de mensajes.

La situación para Villalonga comenzó a deteriorarse en octubre de 1999. El diario Cinco Días informó de que un centenar de directivos de Telefónica iban a cobrar, a partir de febrero de 2000, miles de millones (serían 72.000 finalmente) por un nuevo -en España- sistema de retribución denominado opciones sobre acciones (stock options). El Gobierno, para el que el asunto no debía ser desconocido -el sistema retributivo fue aprobado en febrero de 1997, cuando la compañía todavía era pública en parte- apoyó a Villalonga. El ministro de Economía y Hacienda, Rodrigo Rato, y el de Industria, Josep Piqué, defendieron las bondades de las opciones. Probablemente, ambos conocían también otro dato: que el año anterior, la Comisión de Valores había abierto y cerrado una investigación sobre Villalonga por sus operaciones con opciones de Telefónica utilizando un préstamo de Argentaria. Pero entonces, esta información no era relevante y el Gobierno todavía apoyaba al primer ejecutivo español. El despegue de Villalonga de su amigo Aznar sólo había comenzado. En otros aspectos, como la separación de su esposa, Concha Tallada, y su nueva relación con Adriana Abascal, las decisiones de Villalonga han sido más drásticas.

Las críticas sobre Villalonga, pese a todo, habían obligado a su amigo Aznar a explicar, ante el sanedrín de su partido: "A mí no me gustan", en referencia a las opciones. La grieta empezaba a ensancharse. El ministro Piqué, en diciembre de 1999, ofició de intermediario. El mensaje de Aznar a Villalonga: no cobres las opciones (2.913 millones, según datos de la CNMV de abril). Villalonga no renunció. La grieta empezaba a convertirse en abismo.

Villalonga no se arredró. De volar solo, volar lejos. En febrero pasado, Telefónica y el BBVA anunciaron una alianza estratégica para despegar en el negocio de Internet. El acuerdo incluía intercambio de participaciones y la vicepresidencia del banco copresidido por Emilio Ybarra y Francisco González para Villalonga. El amigo soltaba amarras. Aznar, de estreno en la condición de ex íntimo, llamó a Francisco González a La Moncloa. El acuerdo Telefónica-BBVA quedó paralizado, y la vicepresidencia del banco para Villalonga, en el olvido.

Acción y reacción

Las conversaciones de directivos de Telefónica y de PRISA para cooperar en proyectos de Internet, a principios de año, acabaron por dinamitar la relación Villalonga-Aznar. Cada acción -proyecto de fusión con la holandesa KPN- provocó una reacción. El Gobierno se opuso al proyecto de Villalonga esgrimiendo el derecho de veto que mantenía en Telefónica pese a que era consciente de que la decisión podría suponer un enfrentamiento con Bruselas. Villalonga supo lo que era tener un Gobierno en contra: Rato advirtió de que Telefónica iba a ser sometida a "vigilancia especial" alegando para ello su condición de operador dominante.En junio, las nubes descargaron. El diario El Mundo abrió el fuego: Villalonga había utilizado información privilegiada en Telefónica con la compra de opciones, y la CNMV se había equivocado al cerrar la investigación en 1998. El fuego fue graneado durante semanas. El 20 de junio, Aznar, desde Lisboa, colocó la mina definitiva en la línea de flotación de Villalonga y apeló a la CNMV para que investigara con una frase: "No voy a decirle yo a la CNMV lo que debe hacer, pero creo que tiene poderes, instrumentos y resortes suficientes para, siempre que aprecie que pueden existir determinadas circunstancias, proceder a la investigación: espero y deseo que la CNMV actúe en consecuencia". Luego vendrían el viaje a China de Aznar y las manifestaciones sobre la necesidad de diferenciar entre las empresas y sus presidentes. La veda quedaba abierta.

La agitación provocó enfrentamientos entre conocidos periodistas que, en su momento -caso del director de El Mundo, Pedro J. Ramírez- habían apoyado a Villalonga y, anteriormente, habían hecho causa común contra el felipismo. Pablo Sebastián, José María García y Luis del Olmo cuestionaron la actitud de Pedro J. Ramírez. Del Olmo llegó a insinuar que Pedro J. Ramírez había cometido irregularidades en el diario que dirige. Del Olmo prescindió en su programa, Protagonistas, del periodista de El Mundo que firmó las informaciones sobre Villalonga, Casimiro García Abadillo y Telefónica, por su parte, retiró su publicidad de El Mundo.

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