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Estrasburgo-Alicante: ¿ciudades paralelas?

Poco se parecen la capital de esa Alsacia que ha dado lugar a varias guerras y la ciudad donde nací, que ha tenido una existencia más pacífica, aunque el siglo pasado fuera bombardeada por las tropas del Cantón de Cartagena y más recientemente por la aviación italiana al servicio de Franco. Pero, aviso para gobernantes, en algunas cosas se deberían parecer. Estrasburgo es una ciudad encantadora, de un tamaño aproximado, aunque algo mayor, al de Alicante. Cruzada por el río Ill (afluente del Rin) y sus múltiples canales, conserva admirablemente los vestigios de su pasado medieval, renacentista y, sobre todo, ese neoclásico tan habitual en Francia, que denota un siglo XIX en el que la burguesía administró admirablemente el poder al que había accedido tras la Revolución. Nada que ver, pues, con Alicante.El urbanismo de Estrasburgo es armonioso y ha resistido admirablemente los ataques de la especulación urbanística. Forma parte de una zona cuyo dominio, desde la herencia de Carlomagno ha sido motivo de conflictos bélicos, fundamentalmente a partir del siglo pasado, entre Francia y Alemania. A pesar de la fuerte raíz germánica de su nombre y los apellidos de sus ciudadanos, no conozco a ninguno de sus habitantes que no se sienta francés cien por cien.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estrasburgo fue elegida como símbolo de la reconciliación franco-alemana. Por ello algunas instituciones como el Consejo de Europa o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se instalaron allí. El Parlamento Europeo se reúne en Estrasburgo 12 semanas al año, aunque no tenga allí su sede. La razón de esta anómala circunstancia sólo puede explicarse si se tienen en cuenta los difíciles equilibrios que se realizan entre estados cuando de sedes se trata. El caso es que la sede administrativa del Parlamento se encuentra en Luxemburgo, el centro de su actividad es Bruselas, y sólo 12 sesiones plenarias se celebran en Estrasburgo, inicialmente en el edificio del propio Consejo de Europa, y a partir del año pasado en un edificio específico. Viajar a Estrasburgo resulta indudablemente más dificultoso que viajar a Bruselas, pues su aeropuerto no tiene vuelos directos con la mayoría de las capitales de los estados de la Unión. Por ello existe un movimiento de diputados contra Estrasburgo que se refleja en algunos acuerdos como el reciente en el que por exigua mayoría se decidió suprimir la sesión de los viernes. Yo no formo parte de los contrarios a Estrasburgo, y voté en contra de ese acuerdo.

Las autoridades de Estrasburgo conscientes de las dificultades de su ciudad, se esmeran para hacer más fácil la vida tanto a los diputados como a los funcionarios. Han construido varios edificios para el funcionamiento del Parlamento; el último en el que se ha instalado el hemiciclo, tiene un diseño espectacular y forma parte de un complejo en el que se integran el Palacio de Europa y el Palacio de los Derechos Humanos. No existen ni hoteles ni edificios que puedan molestar la visión del conjunto, y además el edificio del Parlamento fue inaugurado cuando ya estaba en funcionamiento. Las diferencias con Alicante se van acentuando.

Además el Ayuntamiento de Estrasburgo hace lo posible, con apoyo pleno de las autoridades regionales y nacionales, para mejorar las comunicaciones, pero mientras eso se consigue facilita medios para acceder a los aeropuertos cercanos que gozan de mejores comunicaciones. Por otra parte, el nivel de actividades culturales se eleva en las semanas de sesión. En fin, resulta evidente que Estrasburgo se siente orgullosa de acoger al Parlamento Europeo que, también hay que decirlo, supone un elevado volumen de ingresos para sus ciudadanos.

¿Qué pasa en Alicante? No voy a comparar el peso de ambas ciudades en el ámbito europeo, pero si lo circunscribimos al ámbito estricto de la UE, las distancias se acortan considerablemente, porque en nuestra ciudad tiene la sede la oficina más importante de la Unión, y aquí residen un número de funcionarios comunitarios superior al de Estrasburgo. Indudablemente la designación de Alicante como sede de la OAMI fue el resultado de una decisión motivada en un proyecto político compuesto por diversos elementos tales como una cierta compensación territorial tras las inversiones en el 92 en Barcelona y Sevilla, o el apoyo al proyecto del triángulo Alicante-Elche-Santa Pola. El problema es que tras el cambio de signo de las distintas Administraciones entre 1995 y 1996, el proyecto quedó desvinculado de los fundamentos que lo motivaron. El PP, en su momento, se dedicó a atacar la designación, minusvalorando la importancia de la oficina y calificándola como de segunda categoría, y claro, siempre quedan resabios de esa campaña a la hora de identificarse con la OAMI. Y el Triángulo pasó a mejor vida por obra y gracia de unos gestores políticos más empeñados en negar el pan y la sal a los socialistas que en recoger el testigo del buen funcionamiento de los asuntos públicos. El resultado es bien sabido y causa sonrojo que se carezca de cualquier sensibilidad respecto de una oficina que ha convertido a Alicante en sede comunitaria. Acontecimientos tales como la inauguración de un edificio sin acabar y que sólo pudo ser ocupado un año más tarde, la edificación de los hoteles de alrededor, el racaneo en el pago de determinadas instalaciones, la pretensión de cobrar impuestos de los que están exentos, son prueba evidente de que las autoridades alicantinas parecen empeñadas en dificultar el funcionamiento de la OAMI.

Porque la realidad es que, desvinculada del proyecto original e incluso recuerdo de una decisión de las autoridades socialistas, la OAMI parece resultar un cuerpo extraño y molesto para las autoridades de Alicante, que sólo resulta válido para hacerse fotos electorales (o para realizar operaciones especulativas o adjudicaciones dudosas, pero ese es otro tema). Incluso la ubicación del nuevo edificio resulta extravagante pues tenía razón de ser en cuanto parte integrante de un proyecto (el Triángulo) que ha sido abandonado.

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Nuestras autoridades no han mostrado interés alguno en mejorar las comunicaciones internacionales de nuestro aeropuerto, ni en sondear las necesidades culturales de la comunidad internacional que rodea la OAMI, ni en facilitarle su instalación e integración en la vida alicantina, ni en ubicar el Tribunal de Marcas, ni tan siquiera en promocionar Alicante como sede de seminarios sobre propiedad industrial. En este punto no me resisto a contar una anécdota. En mayo de 1994, se celebró en Alicante un importante seminario internacional sobre la marca y el diseño comunitarios que supuso un importante hito y la presentación de Alicante en el mundo de la propiedad industrial. Hace unos 20 meses escribí al presidente Zaplana proponiendo que la Generalitat -al igual que hicimos en el gobierno Lerma- promoviera un segundo seminario. La carta no mereció respuesta.

Si analizamos todo lo anterior, habrá que concluir que Estrasburgo y Alicante no se parecen ni en el clima ni en la historia ni en su estructura. Tampoco se parecen en la actitud que las autoridades adoptan hacia los organismos europeos que en ellas existen. Y eso es lamentable. Muy lamentable.

Luis Berenguer es eurodiputado socialista.

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