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Los gitanos exigen a la ONU que les reconozca como una nación

El Congreso Mundial de Gitanos ansía constituir una nación sin Estado. Los gitanos quieren ser reconocidos en la ONU y en la Unión Europea como nación sin territorio. Con este objetivo se inauguró ayer en Praga el V Congreso Mundial Romaní (IRU), en el que hasta el próximo viernes participarán delegados de más de treinta países europeos y de otros continentes. La organización reformará sus estatutos para constituir un Parlamento y un tribunal de sabios como máxima instancia moral.

"No tenemos Estado ni queremos tenerlo", dice Emil Scuka, secretario general del IRU. "Queremos una representación política oficial, ¿o es que acaso sólo un Estado puede tenerla?". La idea es clara: afirmar que nación y Estado no son la misma cosa y recordar que fue precisamente el intento de transformar naciones en Estados étnicamente puros lo que ha conducido a las mayores tragedias en Europa, desde el holocausto a Kosovo. "Desde el punto de vista antropológico, en el sentido técnico-jurídico los romaníes son una nación con un idioma y una cultura en común", explica un abogado portavoz de Scuka. Una nación romaní necesitaría el reconocimiento de las Naciones Unidas, porque los gitanos no piensan -aunque ya circuló alguna propuesta- en una proclamación unilateral.

El secretario general del IRU sabe que este congreso pasará a la historia como el inicio de lo que será un largo y difícil itinerario hacia la constitución de una nación, pero está convencido de que los gitanos, como nación sin tierra, representan en carne y hueso el concepto más moderno y adecuado para nuestra época de Internet. "El mundo de la globalización no precisa Estados. Nuestro modelo es, en realidad, el que mejor se adapta a la idea de los Estados Unidos de Europa que proponen Joschka Fischer, Daniel Cohn Bendit, Jacques Chirac e incluso Giuliano Amato". Como foro transnacional, el IRU elabora en este congreso varios planes de acción. Propone una nueva codificación del idioma romaní, la creación de centros de estudios y, en un futuro, la fundación de una universidad romaní en algún lugar de Europa Central y afronta en grupos de trabajo los nuevos retos surgidos tras la caída del telón de acero, que van desde las frecuentes agresiones racistas en los países centroeuropeos, los problemas de migración provocados por la huida de miles de romaníes que solicitan asilo político en Occidente y en particular las atrocidades que se están cometiendo contra los gitanos en Kosovo.

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