El Madrid no perdona
Dichosos los japoneses, para quienes no hay más club que el que juega su ídolo, de manera que los incondicionales de Figo se pasarían del Barça al Madrid como quien no quiere la cosa, y tan panchos. Nada que ver con lo que ocurre por estos pagos, por mucho que se imponga el transfugismo deportivo y un empresario puede comprar a un futbolista sin saber si llegará a presidente o seguirá siendo socio. Hay cosas en el fútbol que todavía hacen daño,tanto que el amor se vuelve odio. Así están en el Barça porque Figo se va a Madrid.Figo no es un cualquiera. El socio azulgrana asumió la pérdida de Maradona, porque se dijo que no tenía un duro. Soportó la salida de Schuster, pues se había metido con todo el mundo. Ya sabía que Ronaldo acabaría por irse por culpa de su entorno. Lo de Laudrup fue más fuerte, aunque se aguantó porque, como danés y estrábico futbolístico que era, nunca se supo su razón social, y su caso fue tan largo y el olvido de Cruyff tan notorio que la gente ya le vio mil veces vestido de blanco antes de ponerse la zamarra. Y daba por descontado que Rivaldo se la jugaría cualquier día. Pero nadie reparaba en Figo, quizá porque, como diría Gaspart, formaba parte de la tribu y había dado muestras de su compromiso. ¿No acaba de ponerle un restaurante japonés a su esposa tras haber sido madre? Más que futbolista, era un ciudano culé, así que la gent blaugrana se pregunta: ¿A qué viene esta putada?
Y Figo no contesta. Su pase del Barça al Madrid simboliza el traspaso de poderes, tal que fuera un signo de rendición azulgrana ante la irrupción madridista, como cuando Suárez se largó al Inter. Hoy, de golpe, el Madrid aparece como un club organizado con un equipo temible frente a un Barça en reconstrucción en todos los frentes, como asumiendo un tiempo de interinidad en el que por encima del juego se impone la reconciliación social.
El Madrid se ha puesto serio, ya no perdona, así que a Figo no le quedó más remedio que ponerse de blanco por mucho que ahora diga que no quería. Aprovechó las dudas y tibieza del Barça provocadas por la mala salida de Núñez, jugó con el Madrid porque le sabía más fuerte que cualquier otro, y hoy está donde está. Incluso ha renunciado al 7 en favor del 10 porque en el Madrid manda Raúl. Pero Figo no es madridista, sino un futbolista universal cuyo peso es tan decisivo que explica la diferencia entre el Barça y el Madrid en los noventa. Ahora parece dispuesto a revertir el asunto. El Madrid se enriquece en la medida que el Barça se empobrece. El culé hace bien en cabrearse.
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