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TOUR 2000 21ª y última etapa

Induráin, por televisión

La mayoría de los nuevos ciclistas españoles no han corrido nunca con el campeón navarro

Carlos Arribas

Francisco Mancebo era un ciclista en edad cadete (15 años) que no se perdía ninguna etapa del Tour. Joseba Beloki y Javier Otxoa, un par de años mayores que el ciclista de Navaluenga, no lo saben, pero aquel día de julio del 91 coincidieron los dos en las cunetas del Tourmalet. Sí, en 1991. El año en que Induráin ganó su primer Tour. El único problema es que si aquellos aprendices de ciclistas que en el Tour 2000 han florecido a lo grande no dormían, soñaban con el Tour, tenían todo el día la cabeza en aquellas montañas, Pirineos, Alpes, Ventoux, Puy de Dome, como si fueran pájaros, desvariaban casi, no era por la fuerza tranquila del gigante navarro que terminaba por desesperar a sus rivales, sino por la promesa épica que depositaban en cada ataque, en cada hachazo, como no podía ser menos, de Pedro Delgado. Sí. Los ciclistas españoles que han tomado al asalto el Tour 2000 han crecido coincidiendo con el quinquenio glorioso de Induráin, pero todos querían ser Perico. Al menos de entrada.Luego, como todos, como todos los aficionados españoles también admiraron a Induráin. Quizás todos, también Heras, Cañada, que llevó el maillot blanco la primera semana, y los que vengan, José Iván Gutiérrez, Unai Osa, Óscar Freire, Haimar Zubeldia, Óscar Sevilla, Ángel Vicioso, José Alberto Martínez, todos los nuevos jóvenes que han convertido al ciclismo español en la envidia del mundo, se han hecho hombres Tour por la dedicación y los triunfos del navarro. Todos han sabido valorar que el Tour es un mundo aparte, un objeto de amor y veneración casi, por el ejemplo del mejor ciclista español de todos los tiempos. Pero quitando a un par de ellos, los tempranos Cañada y Heras, y de refilón, sólo en alguna carrera del 96, ninguno ha coincidido con Induráin de profesional. Todos han empezado después de la retirada del navarro, el 2 de enero del 97. Son sus herederos, pero Induráin es para ellos un objeto televisivo.

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"Yo era periquista", recuerda Paco Mancebo. Su maillot blanco, el premio al mejor joven del Tour es el mejor símbolo de la renovación del ciclismo español y del nacimiento de una nueva generación Tour (junto al podio de Beloki, claro). Puede que Mancebo nunca gane el Tour, pero nadie negará que es el hombre Tour por excelencia. El ciclista al que las carreteras francesas, los empinados Pirineos, los inacabables Alpes le empujan a superar casi sin querer todos los límites del dolor y de la resistencia. "En el 91 yo era cadete y periquista", continúa Mancebo, a sus 24 años el más joven de los españoles-Tour. "Mi primer recuerdo del Tour es de LeMond, Induráin y Perico escapados. Luego ganó Induráin. Debió de ser en el Tour del 90, la etapa de Luz Ardiden. Pero en el pueblo, en Navaluenga (Ávila), sólo se oía gritar ¡Perico, Perico! Luego, claro, todos nos hicimos de Induráin".

"Mancebo es las piernas de Arroyo. ¿No os habéis fijado? El mismo modelado. Columnas torneadas", se confiesa, con admiración, José Miguel Echávarri, su mentor. "Mancebo es también la cabeza de Induráin", continúa Echávarri, el director del Banesto, el hombre para el que el Tour ha cobrado un sentido gozoso sólo por la actuación de Mancebo. "Hay veces en que me recuerda tanto a Induráin", se asusta Echávarri. "Cuando habla es como él. Habla poco, pero cada frase es una sentencia. Y cómo asimila... Lo recuerda todo. Sube una vez un puerto y ya se queda grabado en su memoria". Los días de alta montaña Mancebo siempre ha llegado solo a la meta. Siempre ha sido una aparición bendita a la salida de la última curva, donde nadie le esperaba. "Los demás empiezan a 80 y terminan a 20. Mancebo siempre va a 50 y acaba cogiendo", sintetiza Echávarri.

Los demás empiezan a 80, pero Heras, no. Heras, el escalador explosivo, el prototipo de ciclista español de otros tiempos, Heras empieza a 100. Heras, de 26 años, es potente y precavido. No busca romper la carrera. No busca sembrar el caos. Busca, simplemente, ganar su etapa. Lo ha hecho en la Vuelta y en el Giro. Una caída le frenó en el Tour. Heras, como Beloki, debutaba. Como el vasco, se ha descubierto hombre-Tour. Y sabe, porque lo conoce desde que sufrió en la cuneta del Tourmalet allá por el 93, cuando pasó Rominger y se lanzó loco en el descenso, e Induráin no llegaba, no llegaba, y luego pasó al ritmo de Gorospe, tarde, siempre le pareció que demasiado tarde, y Heras sabe que como el Tour no hay nada, pese a que diga, a que siga insistiendo: "No, el Tour es una carrera como las demás. Hay una carretera y unos rivales. Y eso es todo". Cuando su mentalidad sueñe a ser tan grande como su fuerza, tan potente como la dinamita de sus piernas, ¿de qué no será capaz?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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