Doble espectáculo
Brasil respondió, y de qué manera. El Poble Espanyol se llenó de banderitas azules, verdes y amarillas, de féminas con vestimentas tan apretadas que parecían asfixiar a sus portadoras y cientos de caipirinhas que iban y veían en un trasiego constante. Colorismo entre el público al que el escenario respondió con una dosis de música caliente y rítmica que alcanzó el cénit con Daniela Mercury, la artista que en realidad había convocado a los cientos de brasileños que se encargaron de extraviar los ojos de quienes sin ser brasileños asistieron a un espectáculo que en ocasiones obligó a olvidar el escenario.No era para menos, pues al margen de los arriesgados vestuarios de la parroquia, modelitos de esos que volvían loco a Alfredo Landa en las películas de la España del seiscientos, el movimiento que las brasileñas imprimía a sus caderas era poco menos que mareante.
Daniela Mercury/ Lenine
Poble Espanyol, Barcelona, 20 Julio.
Sí, Daniela Mercury hacía lo propio en el escenario, pero a ella se le debía suponer esta habilidad por su cualidad de estrella del carnaval de Bahía. Sin embargo, y aunque ya se sabe que el ritmo es natural a los brasileños, las exhibiciones danzarinas del público resultaron espectaculares, el perfecto acento a las frases musicales que salieron del escenario. Espectáculo, pues, doble en el Poble Espanyol.
Y eso que la cosa no comenzó de manera esperanzadora. Lenine, una de las nuevas figuras de Brasil, olvidó el riesgo en camerinos, y lejos de retorcer su sonido en busca de la personalidad se movió en registros de consabido rock tropicalizado. Espléndido en la técnica, el de Pernambuco acabó cansando con una actuación demasiado larga en la que no mostró ninguno de sus ases.
Lo de Daniela ya fue diferente, a pesar de que su música no cuadra el círculo ni abre frontera alguna. Dispuesta a convertir el Poble Espanyol en una fiesta y encabezando una completísima banda de lujuriosa sonoridad, la de Bahía no dejó pescado por vender.
Con un sustrato innegablemente pop, Daniela acudió a sonidos africanos, funk, salseros y de reggae para completar una actuación vitalista y popular que sólo patinó en esas baladas almibaradas, eso sí, distribuidas con tino para permitir la visita al bar para recambiar la caipirinha. Con un espectáculo algo hortera pero deliciosamente tropical, Daniela consiguió hacer olvidar a sus compatriotas residentes en Barcelona que Brasil sigue estando a miles de kilómetros.
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